domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Para qué sirven los hombres?


El Rambo nuestro de cada día
Hay cosas que tienen los hombres que no tienen las mujeres. Y estas cualidades son las que nos enamoran y nos hacen extrañarlos horrores cuando ellos no están. La que más nos fascina de ellos es su fuerza física. Hasta el más flaquito de los hombres tiene más masa muscular que la más robusta de las mujeres. Así que siempre los admiramos cuando pueden hacer cosas que las mujeres no podemos ni soñar hacer, como levantar objetos pesados como si fueras plumas y empujar el auto que se nos quedó parado en medio de una transitada avenida. Ellos cargar maletas y bultos, alzan niños de 40 kilos y corren muebles sin perder el resuello. No en vano subsiste la tradición en la que el novio carga a la novia al entrar recién casados a una habitación: es para enamorarlas un poquito más. Hay miles de cosas que las mujeres quisiéramos hacer y nos resignamos con tristeza a no poder hacer jamás. Por ejemplo, subir y bajar cosas de la buhardilla, cargar en el auto cualquier mueble recién comprado, o subir al tejado a cambiar una antena. Dicen que lo importante no es saber hacer estas cosas, sino tener el teléfono de quien las hace. Pero aún teniendo el teléfono, precisas un hombre para que controle que la antena sea colocada como corresponde. Si no, el primer amigo varón que llega te dice “¿pero cómo has dejado que te dejen esto así?...”Tampoco podemos mudarnos de casa sin ayuda de un hombre. Si fuera por las mujeres, las casas se venderían amuebladas, porque no habría manera de llevarte tus cosas a otro sitio. Si no existieran los hombres, las mujeres viviríamos en carpas, durmiendo en bolsas de dormir. O en habitaciones despojadas como las casas japonesas, durmiendo en un tatami o en una alfombra de mimbre. O sea que gracias a ellos podemos levantarnos por la mañana sin espantosos dolores de espalda. Los hombres son imprescindibles para que podamos comer mermelada y pepinos encurtidos y beber champaña. Sin un hombre en la casa, abrir frascos se convierte en una tarea durísima, Y abrir botellas de champaña es una misión imposible si no tienes esos descorchadores metálicos, que son sumamente antipáticos porque te recuerdan la falta de hombre en tu vida.
¿Que abrir frascos sin hombre es una pavada? No lo es. Si quieres desayunar con mermelada y estás sola, debes seguir todos estos pasos:
1) Debes quitar el frasco del refrigerador
2) Debes sumergirlo en agua hirviendo durante por lo menos quince minutos
3) Debes recalentar el agua cuando se enfría, o poner el frasco entero en Baño María, permaneciendo cerca para vigilar que el agua no se evapore ni se caliente el contenido del frasco.
4) Debes quitar el frasco del agua con un trapo grueso para evitar quemarte.
5) Debes esperar que el frasco se enfríe, porque precisas abrirlo con las manos para que no se te resbale la tapa. 6) Debes conseguir un cuchillo de punta roma, como los que usas para untar, que sea de una sola pieza metálica entera (si usas uno con mango, se partirá).
7) Debes hacer palanca con este cuchillo(o en su defecto, un destornillador ancho), entre la tapa del frasco y el borde del frasco, para que entre aire.
8) Repite el proceso unas diez veces todo alrededor de la tapa.
9) Como no se abrirá, debes tomar el frasco por la base y golpearlo invertido contra un suelo duro – preferiblemente de cemento o mosaico -de manera firme y paralela al piso boca abajo, unas cuatro o cinco veces.
10) Debes levantar el frasco e intentar abrirlo con todas tus fuerzas. Respira hondo. Inténtalo otra vez.
11) Pídele a un hombre que lo intente. Lo abrirá en un segundo, del mismo modo que lo habría hecho si no hubieras pasado por esos diez pasos previos. Prémialo diciéndole “¡Cariño, eres mi héroe!”
En todo el tiempo que las mujeres perdemos en la vida tratando de luchar con cosas que demandan fuerza física, podríamos haber estudiado neurocirugía y obtener un doctorado. ¿No es mejor contar con un hombre cerca, que te ahorre cada uno de esos pasos? De paso, lo haces sentir importante… ¡y comes pepinos y mermelada!
Maravillosamente concretos
Los hombres nos enseñan cosas del mundo que a las mujeres se nos escapan.
Nosotras vivimos atentas a los detalles y a los procesos.
Ellos, en cambio, tienen una visión global de las cosas, y están más atentos a los resultados que a los procesos. Aunque los psicoanalistas digan que las mujeres se llevan mejor con el mundo y sus cosas cotidianas, los hombres tienen un panorama más claro de cómo funciona todo a largo plazo.
Te doy un ejemplo: vuelves del trabajo furiosa con un jefe que no hace nada bien, pero que te critica por cómo haces las cosas. Se lo cuentas a tu marido, y él, en vez de decirte “Oh, pobrecita, imagino lo mal que debes sentirte “(que es lo que tú querrías escuchar), te dice “¿Pero por qué no les has dicho que te diga él cómo se hace eso, lo obedeces y lo haces tan mal como él quiera?” Tú te quedas dolida, porque te trata como si fueras tan tonta que no sabes hacer nada bien. Pero en el fondo, reconoces que su idea es brillante. La aplicas, y… ¡santo remedio, tu jefe no te molesta más! Los hombres son buenos para ayudarnos a pensar estrategias inteligentes que a nosotras no se nos ocurren porque nos quedamos pegadas a sensaciones y emociones acerca de “ lo que me dijo” , “cómo me miró”, “que me habrá querido decir” y “no sé por qué esa persona no me gusta”. La intuición femenina es muy útil para saber dónde te metes. Pero una vez que estás metida, hay que concretar. Dado que el hemisferio cerebral izquierdo es más activo, los hombres son formidables con los cálculos y las cuentas. La mayoría de ellos sacan porcentajes con más velocidad que una calculadora, te dicen en el acto cuál es el aumento de sueldo que deberías pedir, y cuánto dinero de tus ahorros debes darles en pago por el favor. Por eso es imprescindible que si vas a hablar con él de dinero, antes le tengas total confianza…o aplicará su know how financiero contigo. Ellos te ayudan a saber qué es lo que realmente quieres, qué movimiento es mejor para avanzar profesionalmente y cómo darle el lugar adecuado a cada cosa. Nosotras, por observar el árbol nos perdemos el bosque. Este es un mundo de hombres. Precisas un hombre que te enseñe las reglas masculinas que ellos inventaron y comprenden mejor.
Alguien que lleve los pantalones
Además, siempre es bueno que todos sepan que hay un hombre en tu vida… lo haya o no. ¿Por qué? Porque por su propia fuerza física, los hombres inspiran más respeto que nosotras. Un hombre enojado puede realmente romperle el auto a otro hombre. Si tú tratas de romperle el auto a otro, es más probable que te rompas el pie y el auto queda sin un rasguño. Por esto, siempre tienes más poder de negociación si anuncias “lo tengo que consultar con mi marido”, sea real éste un marido real o imaginario. La gente calcula que está negociando con una sociedad de a dos, no con una mujer sola. Y que tu marido puede ser un karateca de dos metros de alto al que no conviene hacer enojar. O un enanito de un metro que conoce buenos abogados. Así que diciendo “lo hablaré con mi marido” mantienes a raya a estafadores y chapuceros, y además tienes la oportunidad de cambiar de opinión diciendo “disculpe que nos echemos atrás ahora…pero es que mi marido está loco”. Claro que si estás hablando de un marido real, él no tiene por qué enterarse de que has dicho esto. Si tienes hijos, un marido en casa hace un mundo de diferencia en tu nivel de tranquilidad. Teniendo un hombre cerca - sea el padre o el padrastro- la consabida frase “ya verás cuando se entere tu padre (o Jorge)”, son palabras que obran milagros. No es lo mismo enfrentarse con una madre agobiada por los quehaceres del día, que además no es capaz de correr un mueble sin quedar sin aliento, a tener que enfrentar a un señor que llega a casa queriendo relajarse, y con poca paciencia para las tonterías que han hecho los menores. Así que los hombres en casa imponen la ley paterna y encarrilan a los rebeldes con mucha más presteza y menos cháchara que el que te lleva a ti lograr que te hagan caso.Margaret Thatcher, la ex primera ministra del Reino Unido, decía “si quieren algo dicho, pídanselo a un hombre; si quieren algo hecho, pídanselo a una mujer”. Con esto se refería a que se necesitan mujeres para saber qué hacer, y qué trato conviene cerrar. Los hombres son demasiado confiados y no captan señales de peligro. Pero son excelentes para sellar un trato con una última palabra. Es allí cuando precisas un hombre que hable con contundencia viril. Aunque las mujeres cada vez tengan una voz más respetada, hay códigos sociales tácitos que aceptan que donde habla un hombre se acabó el tanteo, la negociación y la especulación: se está hablando en serio y de manera firme, y es el hombre quien anuncia como cosa suya “Esto es lo que se hará”… aunque postularse como candidato a presidente, comprar una empresa o construir un viaducto no haya sido idea suya, sino de su mujer.

¿Existe el hombre perfecto?


Te diré una cosa que parece exagerada pero es así: los hombres necesitan sentirse útiles. Nada les gusta más que hacer algo, y que luego se lo agradezcas diciéndole “No sé qué hubiera hecho sin ti”. Esa frase es como la gasolina del motor de la generosidad masculina. Cuanto más se la digas, más cosas hace él por ti. Desde matar cucarachas, hasta bajar el árbol de navidad del altillo, pasando a recoger a tu hija de un baile a las 5 de la mañana o cargar las bolsas de la compra. Los hombres tienen una predisposición natural a hacer cualquier cosa por verte feliz. Ya sabes: si te ven feliz, ellos son felices. Si tú le transmites de manera clara de qué manera puede hacerte feliz, ellos harán lo que sea. Hasta sacar la basura y cambiarle los pañales al bebé.
Tampoco podemos dejar de lado la ventaja de su proverbial tranquilidad. Aunque te moleste que siempre tengan sueño, esta es una ventaja. Su cansancio perpetuo les lleva a disfrutar largas siestas a pata suelta como si la vida fuera eterna. Y de paso, también te lleva a ti a bajar las revoluciones y a permitirte descansar un rato, con lo mucho que nos cuesta a eso a las mujeres. Otra ventaja de los hombres es que les gusta conducir automóviles durante miles de kilómetros. Mientras tú conduces impaciente por llegar cuanto antes a casa, ellos te llevan de paseo por 5000 kilómetros sin mostrar señales importantes de cansancio. Por eso son excelentes compañeros de viaje. Y como tienen ese espíritu competitivo donde siempre se están midiendo con otros hombres, tienen ideas de hacer cosas que a ti no se te ocurrirían ni en un millón de años. Cosas masculinas como escalar montañas, aprender a esquiar, hacer buceo, pilotear un parapente, hacer cursos de remo, pesca o navegación a vela, o entrenarse para competir en maratones. Con un hombre de este estilo a tu lado, acabarás exhausta...¡pero jamás aburrida!Ahora que sabes cuales son las grandes cosas que aporta un hombre en tu vida, cabe preguntarse: ¿existe el hombre perfecto? Helen Gurley Brown, la fundadora y editora general de la revista Cosmopolitan- que habla de hombres en setenta idiomas- afirma que es absurdo pensar que exista alguien que ni se aproxime a la idea de perfección. Y añade “Dicho esto, yo diría que el hombre perfecto da más propina, critica menos y nunca podría el aire acondicionado en invierno.”La escritora Erica Jong, dice por su parte que “el hombre perfecto es aquel que ve lo mejor de ti y que te apoya en tus convicciones incluso cuando empiezas a dudar de ellas, porque ama todo lo que eres y puedes llegar a ser, y su perspicacia te ayuda a ser verdaderamente tú misma.” Sabias palabras de una mujer con varios matrimonios a cuestas. Por mi parte, he conocido a tantos hombres que se entrometen en tu vida, queriendo cambiarte gustos y costumbres y queriendo someterte para que vivas en función de ellos, que creo que el hombre perfecto es el que no molesta. Es el que hace su propia vida y cuando tiene un rato libre, lo comparte contigo. Si rastreas un poco, cada mujer tiene su idea al respecto. Mi amiga Marisa opina que “el hombre perfecto no te llena la vida de romance y aventura: te la llena de paz”. Y Carolina, otra amiga, afirma que el hombre perfecto es el ilumina tu vida…porque sabe de electricidad. Eso sí: cuando repare tu instalación eléctrica, no olvides decirle “no sé que hubiera hecho sin ti”. Se pondrá tan contento…¡que será capaz de reparártela dos veces!

Los hombres y sus pelos





Importantes vellosidades
Los pelos: una partecita tan chiquita del organismo humano, y sin embargo tan trascendente. Ningún animal le da tanta bolilla a su pelambre como el ser humano... iy mire que hay bichos bien peludos!
Considerando que el hombre tiene pelo sólo en una vigésima o trigésima parte de su cuerpo -a veces mucho menos pasados los cuarenta-, y que por suerte ya no tiene que despiojarse todo el cuerpo, lo suyo es una obsesión extrañísima y totalmente injustificada. Dicen que el ser humano toma sus cuatro pelitos locos como su "falo", en el más puro sentido freudiano. Pero esto tampoco se entiende, ya que un pelo -también por suerte- poco se asemeja al objeto al que Freud se refería. Y que esto suceda en las mujeres es aún más difícil de entender.Los hombres tienen una enorme ventaja sobre las damas en cuanto a pelos se refiere (además de montones de ventajas sociales más que no viene al caso relatar). Los hombres, con unos pocos pelos más en sus caras, se transforman da una forma que ninguna mujer -ni con cinco kilos de maquillaje- puede llegar a lograr. Un barbudo melenudo con aspecto de hippie izquierdista, con sólo pasar por la Gillete, se transforma en economista de Harvard. A su vez, un lampiño ratón de biblioteca con aspecto de oficinista que sólo escucha Mozart, si se deja crecer la barba se vuelve un rotundo artista revolucionario.
Históricamente, los hombres siempre han sabido fraguar sus identidades, falsificar sus documentos y escapar de la Interpol por un pelo... por un pelo más o menos que se dejan crecer para la foto carnet. Todos vimos esa foto del Che Guevara en la que parece un oficinista con pelo corto, anteojos y gomina . Y pudo salir y entrar a varias países muy campante sin una pizca de maquillaje ni narices postizas
No sólo las identidades se esconden detrás de los pelos, sino también las fealdades. Un hombre, por más feo que sea, detrás de una barba resulta casi atractivo. Más de una vez he visto hombres interesantes, que sólo si los observo detenidamente puedo apreciar que sin barba darían lástima. Pero con ella tienen personalidad.
Algunas mujeres se quejan de las barbas diciendo que pinchan.. Lo que no es cierto, porque una barba bien crecida es tan sedosa como un gatito de angora. Las barbas son sexys porque son el indicador externo del nivel de testosterona que corre en la sangre de quien la porta, lo que quiere decir que quien las usa tiene el nivel hormonal que puede hacer feliz a cualquier mujer.
Sabiendo entonces que a absolutamente todos los hombres la barba los mejora -y que cuando un conocido con una barba de años se afeita nos parece que de golpe tiene una terrible cara de boludo, desabrida y fofa-, una no se explica por qué tantos hombres se empeñan en afeitarse. ¿Será que no quieren crecer? Dejar a la naturaleza seguir su curso libremente -o sea, que aparezcan pelos donde antes no había- implicaría asumirse adultos y barbudos después de cierta edad. Pareciera entonces que la inmensa mayoría de los hombres rehúsa a perder el aspecto lampiño de su niñez, lo que sería otro síntoma del Complejo de Peter Pan, tema tan difundido que dio para un libro acerca de la eterna inmadurez de algunos.
Pilosas ventajas
Otra cosa inexplicable es cómo los hombres se siguen afeitando, con el tiempo de vida que pierden rebanándose pedacitos de cara y saliendo a trabajar sangrando todos los días. Afeitarse es realmente una forma macabra de perder el tiempo.
Sin embargo, el hecho de poder hacerlo o dejar de hacerlo sigue siendo una ventaja. No sé si han notado la cantidad de ex gordos barbudos que hay, que apenas adelgazan se afeitan, porque dejándose la barba camuflan sus papadas y los cachetes regordetes.
Los que tienen cutis feo, con la barba se lo ocultan. Dejándosela lo suficientemente hirsuta, los más tímidos logran desaparecer detrás de ella. Y hasta pueden hablar sin que se les puedan ver los labios. Los narigones con barba parecen menos narigones. La prueba está en que todos los narigones usan, por lo menos, bigote. ¡Las mujeres no tenemos esa suerte!
Si un hombre se aburre de su cara tiene como tres mil quinientas variantes de su rostro "al natural" -sin aditamentos de cosméticos, tinturas ni postizos- para probar, cambiar y verse distinto: con bigote corto y patillas largas, con bigote largo y patillas cortas, con pelo largo y sin barba, con pelo rapado y bigotes a lo Dalí, calvo, barba candado , barba diablito , etc., etc.,.. ¡y siempre parecerá otro!
Lamentablemente, la mayoría de los hombres son tan conservadores que se aterran a un corte y un estilo y se quedan así para toda la vida, pudiendo cambiar de look cuanto quisieran hasta marear a su mismísima madre y pudiendo engañar a sus novias que los vieron anoche en un bar con una rubia: "¿No ves que me corté el pelo y el que vos decís era melenudo?".Lo mismo va para los pelos corporales masculinos... ¡pensar que los romanos se afeitaban todo el cuerpo! ¡Qué horror! Las romanas se perdían la delicia que significa enredarse en el vello del pecho del hombre amado y escuchar a los pajaritos cantando desde la espesura del mismo... porque hay hombres tan peludos que nos dejan la bañera tapada, la esponja del baño como una peluca y las sábanas hechas un quillango. Qué se le va a hacer.
Miedo a la pelada
Los varones tienen terror a perder el pelo. Por eso hacen ricos a los dueños de los centros de gimnasia capilar -que desde el nombre delatan ser un gran verso, porque nunca vi un pelo haciendo abdominales - y a cuanto oportunista aya por ahí ofreciendo recetas que hacen recuperar la cabellera. Algunos optan por lociones que publicitan por tevé, arriesgándose -como se comenta- a tener problemas cardíacos por usarlas "Más vale infartado que pelado", opinan.Otros toman vitaminas y otros siguen dietas coreanas a base de tofú y acelga hervida sin sal. Existen los que se pintan la calva con pinturas especiales que hacen efecto de "trompe 1'oell" o "falso pelo". Algunos se dejan el pelo de las sienes bien largo y se lo peinan para arriba, pegándose todo lo de la derecha para la izquierda y todo lo de la izquierda hacia la derecha. Otros usan sombreros o boinas hasta que un día se cansan, les da calor y deciden asumir su incipiente pelada. Varios se dejan largas barbas para demostrar que al menos por algún lado aún les crece el pelo. No faltan los que se hacen injertos y entretejidos, que les deja una línea de nacimiento del pelo tan obvia y recta que parece trazada con regla. Otros se pelan totalmente, como para demostrar que dominan al destino : su calvicie no les va a ganar, ¡si son pelados es porque ellos quieren!
No, los hombres no se resignan a perder e! pelo A pesar de que esto de muestra que son bien machos y están funcionando a las mil maravillas -ya que es la misma testosterona que les hizo crecer la barba la que ahora produce la calvicie-, a nadie le gusta quedarse pelado porque también denota edad.
Algunos no se quedan pelados pero encanecen, y esto tampoco se lo bancan. Entonces optan por matizarse el pelo, teñirse todo menos las sienes , o hacer como Andy Warhol, que para que el pelo no le delatara la edad decidió teñirse totalmente de blanco cuando le salió la primera cana a los treinta años.Otros optan por teñirse de oscuro para no verse ni una cana, como Ronald Reagan, que a los 70 y tantos lucía pelo negro. Dicen que cuando le preguntaban por qué tenía el pelo cada día más oscuro, él contestaba: "No es que mi pelo esté más oscuro, es que mi cara se está aclarando".El miedo masculino a perder el pelo se delata notoriamente en el tic que tienen todos los barbudos y bigotudos de tocarse constantemente sus pelos faciales, como para asegurarse de que aún están allí. ¡Si hasta hay un verbo inventado para los bigotes: "atusar"! ¿O acaso hay alguna otra cosa que un hombre se pueda "atusar"?En cuestión de pelos en los hombres, nada sorprende más que ver hombres con pelucas, confiados en que nadie se dará cuenta de que lo que llevan es pelo de plástico. No entiendo por qué los hombres tienen tal obsesión con sus pelos. Yo los envidio profundamente. Tienen la suerte de que justo cuando empiezan las canas , el pelo se les cae ...¡ adiós canas! Pueden ir por la calle sin pelos en la cabeza, sin que nadie se horrorice ni los compadezca. No tienen que perder valiosas horas de sus vidas en peluquerías ni poniéndose ruleros. Y siguen siendo tan atractivos que pueden ligar muchachas jóvenes y bellas, por más que hayan perdido hasta el último pelo. Lo que más nos gusta de ellos no está a la vista.