viernes, 7 de febrero de 2014

HOMBRES VESTIDOS , MUJERES DESNUDAS

 Por Ana von Rebeur 
 Vasijas pornográficas

El sexo siempre existió, interesó a la gente e inquietó a los artistas. Afortunadamente, porque si no fuera así no habría nadie para contarlo.
 En todas las épocas existió el arte sexual, erótico y hasta pornográfico. Son famosas las estatuas hindúes que representan escenas de alto voltaje erótico, los frescos pompeyanos que muestran fiestas bacanales, las acuarelas chinas de emperadores retozandos con sus favoritas y los poemas eróticos egipcios  donde el faraón alaba las tetas de su hermana
         La moral puritana y evangelizadora que reinó en el mundo escondió durante siglos las muestras de arte erótico, no vaya a ser que al verlos se nos ocurriera experimentar con posiciones sexuales precolombinas o de la era precristiana. 
Bolivia y Perú estuvieron poblados desde el año 20.000 antes de Cristo, pero las únicas cerámicas que se conservan bien datan de alrededor del año 200 d.C.-en el apogeo de la cultura moche- y de poco antes de la era cristiana ,época de la cultura nazca.
Las costumbres sexuales de los Incas no es tema que se estudie en las escuelas porque ya sabemos que la educación secundaria reside en explicar todos los tramos más anodinos de la historia de la manera más aburrida posible, con la idea de que los alumnos se convenzan de que no vale la pena estudiar y de grandes se dediquen a cortarnos el césped, lavar nuestros toilettes y a pasear nuestros perros.
Es por esto - y que para que nadie piense que el sexo es algo antiguo y natural, sino más bien un invento moderno de jóvenes pervertidos - los mismos museos tenían guardadas las piezas de cerámica más sexys bajo siete llaves y lejos de la vista de la gente.
Recién en 1959 el Museo de Arte de Lima, Perú, se animó a sacar a la luz las piezas de cerámica de temática sexual . Cuando las pusieron a la vista del público, muchos historiadores pusieron el grito en el cielo diciendo que se desprestigiaba la cultura moche mostrándola como un pueblo de "costumbres depravadas".
La verdad es que temían que el público se calentara mirando una vasija de barro con la forma de varias parejas enredadas en una orgía, o de un pene tamaño natural rodeado por una docena diminutas figuras femeninas que lo idolatran de rodillas.
Y también temían que se revelara la exagerada importancia que la cultura inca le da al miembro viril. ¿Pero qué cultura no se lo da?


Mujeres desnudas y  hombres cubiertos


Las figurillas eróticas incas muestran que aunque pasen los siglos, todo sigue igual. Así como en el cine, la publicidad y la fotografía artística a las mujeres siempre se las muestra desnudas mientras que los hombres siempre conservan un pudoroso slip, en el arte erótico peruano ellas también aparecen siempre desnudas y los hombres están bien cubiertos.
Es fácil adivinar que el sometimiento femenino de acceder a mostrar sus partes íntimas viene de lejos, mientras que los hombres se cuidan muy bien de revelar el calibre de sus miembros viriles. En todas las civilizaciones, los esclavos atienden semidesnudos a sus amos, mientras que el patrón siempre anda bien cubierto.
La imposibilidad de los hombres de ser retratado desnudo a través de los siglos y en distintas manifestaciones artísticas se debe al inquietante tema de evitar que se descubra el tamaño de sus atributos sexuales.
El asunto es así: si el artista - sea renacentista o del antiguo imperio inca - tienen que reproducir los genitales masculinos, siempre titubea pensando : “¿Le hago un pene grande , y entonces me acomplejo porque el mío es chico?  ¿ O le hago un pene chiquito, y entonces todos se reirán de mí ( que soy el modelo) y de mi obra ?”. El dilema creativo era tal , que el artista terminaba disimulando el pene detrás de un pliegue de la ropa, o de una hoja de parra, para que nadie se ofendiera y él no se sintiera menoscabado .
Los artistas incas también pasaron por ese dilema , al igual que los actuales directores de cine, que sólo optan por mostrar muy raras veces los glúteos de un actor, pero nunca su delantera.
En las antiguas culturas aparecen falos a montones, pero siempre sueltos , no pegados al cuerpo del propietario, de manera tal que uno no tenga referencias, y no pueda saber si el dueño la tenía grande o pequeña. 
El espíritu de cuerpo que tienen los hombres ( recuerden que hace siglos que forman ejércitos ) hace que se defiendan mutuamente evitando que ninguno de ellos traicione al resto revelando el verdadero tamaño de sus partes íntimas. Y cuando aparecen fotos o películas porno con protagonistas excepcionalmente bien dotados, todos los hombres opinan que ese es un tamaño “anormal”: “¡Eso es un truco fotográfico!” , “Eso es  una prótesis” , “ Este hombre está enfermo”, “¡Nadie puede tener algo así de grande!”, dicen ellos, para consolarse.
Si nadie cree que existan los tamaños “extra large”, estos no representan ninguna amenaza a la autoestima de los “small”y “medium”. Mientras tanto, el señor de la foto la pasa genial disfrutando de un enorme éxito entre las esposas de los escépticos, dado que ellas sí creen que pueda existir algo tan grande .
Los hombres se cubren para ejercer su supremacía.
Pero esto no es un atributo de los incas. En Oceanía también los hombres hacen complicados ritos masculinos del que excluyen a las mujeres para que ellas los crean más importantes de lo que son. Y en el extremo sur del mundo, las ya extinguidas mujeres selknam de Tierra del Fuego debían tolerar muestras de prepotencia masculina en el rito anual del hain, convencidas por los hombres de que si las mujeres recuperaban al supremacía de antaño ( las leyendas hablaban de un antiguo matriarcado atroz), las demás imitarían su rebeldía y sobrevendría el caos.
“Ellas sabían bien que todos eran trucos y disfraces para asustarlas, pero se cuidaba de dejar ver a los hombres que conocían el secreto , temiendo ser agredidas- o despreciadas- por estos”, dice la doctora Anne Chapman del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia en su libro “ La vida de los Onas”. No hay diferencia entre esta discreción femenina antigua y el recato femenino en el mundo actual, en el cual las mujeres periodistas hablan de meteorología y moda mientras dejan que sean los colegas varones los traten los temas trascendentes. como política y economía. Las mujeres modernas tampoco comparan a viva voz el tamaño de los penes de sus maridos con el de sus ex amantes…sabiendo que si lo hicieran sobrevendría la catástrofe en su propio dormitorio.
En teatros, cines y revistas seguimos viendo mujeres que acceden a posar o actuar desnudas sin exigir a lo mismo de los hombres.
El mundo nos ha hecho creer que los penes son importantes. Pero todos sabemos que un pene sólo vale algo en su fugaz estado de erección. El resto del tiempo, si nos dan a elegir entre un pene y un dedo, todos preferimos un dedo... que es lo que usualmente reemplaza al pene cuando este no funciona.
Pero la cultura nos sumerge en una confabulación falocrática y opta por la malo de los decoradores de interiores : “A lo que es feo o inútil, ocultarlo”.         
Los incas también pasaron por esto , y como resultado, los hombres aparecen vestidos y las mujeres fueron retratadas desnudas desde los cuatro puntos cardinales.

         Igual que en las fotos de cualquier revista de actualidad.