jueves, 13 de agosto de 2009

DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN LA PAREJA

• Los hombres ofrecen erróneamente soluciones e invalidan sentimientos mientras que las mujeres ofrecen consejos y orientaciones no solicitadas.
• En cuanto al stress: mientras los hombres tienden a apartarse en forma brusca, y a pensar silenciosamente acerca de lo que los está perturbando, las mujeres sienten una necesidad instintiva de hablar acerca de lo que las perturba.
• Los hombres se sienten estimulados cuando se sienten necesitados, mientras que las mujeres se sienten estimuladas cuando se sienten apreciadas.
• Hombres y mujeres tienen diferentes necesidades de intimidad. Un hombre se acerca pero luego necesita inevitablemente apartarse en forma brusca. Las mujeres experimentan un movimiento de crecimiento y decrecimiento de sus actitudes afectuosas, en un movimiento afectuoso que se encuentra más allá del dominio de su voluntad.
• Los hombres precisan fundamentalmente un amor basado en la confianza, la aceptación y el aprecio. Las mujeres necesitan fundamentalmente un amor basado en la solicitud, la comprensión y el respeto.
John K. Rosemond
EL AMOR DE LOS HOMBRES / EL AMOR DE LAS MUJERES:

DESARROLLO EMOCIONAL Y LA DIVISIÓN DE LOS GÉNEROS
La mayoría de la gente reconoce que los hombres y las mujeres difieren en el modo de experimentar el noviazgo, el matrimonio, la amistad y el amor, así como
también las aventuras. Se comportan de un modo diferente, experimentan diferentes sentimientos y tienen distintas necesidades y expectativas.
Las emociones y la conducta sexual ESTÁN separadas, aunque en general de experimentan como inextricablemente vinculadas.
Por ejemplo, en nuestra sociedad las mujeres son en general las que se ocupan del cuidado de los niños. Pero si un hombre asume este papel, en particular desde el comienzo, es probable que los niños a su cuidado se conviertan en seres emocionalmente diferentes de los niños criados por mujeres. Como mostraremos más adelante, los niños criados por un hombre sustentador pueden llegar a tener más capacidad para conectarse íntima y emocionalmente con los demás que los niños criados por mujeres.
EL DESARROLLO DE LAS NIÑAS O DE LOS NIÑOS
Para formar una relación profunda, necesitamos tener una sensación de nosotros como individuos; necesitamos tener una sensación del yo. Los recién nacidos no la tienen. Responden a lo que se les hace. Sonríen, por ejemplo, en respuesta a una voz suave y familiar. Pero no tienen la percepción de ellos mismos como entidades distintas. Esto sólo se logra a través del intercambio con aquellos que los rodean, en particular los padres y, quizás, hermanos y hermanas. Para la gran mayoría de los niños de nuestra sociedad, la persona más importante que interactúa con ellos es la madre. La sensación del yo se desarrolla en la interacción social con otras personas a lo largo de la vida. Quién nos cuida somos bebés es fundamental para el desarrollo de nuestra sensación del yo. En nuestra sociedad es en general la madre y, de un modo más relevante para este estudio, es en general una mujer. El hecho de que la que se ocupa de los niños sea una mujer afecta tanto la sensación del yo del niño como la forma en que se relaciona con los otros. Esto proviene del hecho de que las madres –o las mujeres que se ocupan de los niños- tratan de un modo diferente a los bebés niños y a las niñas. Después de un tiempo, los bebés empiezan a responder de un modo diferente a las mujeres y a los hombres que los cuidan. Lo que contribuye de un modo más significativo a esta diferencia, como ya han afirmado otros autores, es que la madre se identifica con una niña, y por consiguiente, se siente separada de un niño. Esto es inevitable pues el género es quizá el definidor más importante de cómo experimentamos y vemos el mundo. Desde el comienzo, nuestro género juegta un papel importante en cómo nos relacionamos con nuestra madre –si nosotros (como hijas) nos identificamos con ella o (como hijos) nos sentimos diferentes. El género está también en la raíz de otras diferencia sen el modo de encarar las relaciones. Es, como ya hemos dicho, una característica básica de nuestra experiencia. A causa del género, una persona responde al mundo (inclusive al padre, la madre o quien lo cuida) de un modo particular. En cierta forma, podemos decir que hay dos mundos: uno visto desde la perspectiva de la niña, otro visto desde la perspectiva del niño. Socializamos como niñas o niños. Luego nos comportamos como niños o niñas, y el mundo (incluyendo nuestros padres y quienes nos cuidan) nos responde de un modo acorde. Por eso, vivimos según nuestro género en un mundo que también está escindido por la misma división.
Observaciones realizadas en bebés recién nacidos y la forma en que sus padres los tratan refuerzan esta idea de que la madre puede identificarse –y lo hace- con una niña de un modo que no puede con un niño. Los estudios han demostrado que los dos padres parecen alzar a los niños recién nacidos de un modo más rudo que a las niñas. También hablan más a las niñas que a los niños. Pero lo que es interesante acerca de estos descubrimientos es no sólo el hecho de que ilustran la fuerza de las expectativas de la sociedad respecto de los niños y las niñas, sino también que reflejan el traspaso de mujer a mujer y de hombre a hombre de la imagen que tienen de sí mismos. Es decir, pensamos en nosotros en términos de género –somos, antes que cualquier otra cosa, hombres o mujeres- y el género, a su vez, se nos define a través de la sociedad. Esto es lo que se ve en la forma en que los padres tratan a los recién nacidos.
El efecto de estos cuidados diferenciados según el género es profundo y crea las variantes masculinas/femeninas de las relaciones y de la forma en que los individuos se ven a sí mismos. EN la medida en que las mujeres mantengan la responsabilidad primaria del cuidado de los niños, las niñas, que comparten el género de quienes las cuidan, se experimentarán desde el comienzo como fusionadas en las relaciones, mientras que los niños se experimentarán como separados, del mismo modo que estuvieron separados de quienes los cuidaban. Para nosotros, lo importante aquí es que estas diferencias se convierten luego en propensiones que distinguen la manera en que los sexos se comportan en las relaciones adultas. Cuando examinemos las aventuras en hombres y mujeres, esta tendencia a fundirse o estar separado es fundamental para entender qué piensan hombres y mujeres de sus aventuras y cómo hablan de ellos.
Así como nosotros experimentamos todo a través de nuestro género, el género de la persona que forja nuestra primera relación, cuando nuestra sensación del yo y su relación con los otros está en sus comienzos, marcará una diferencia fundamental. Las actividades, habilidades y actitudes que son consideradas apropiadas para hombres y mujeres no son las mismas en todas las sociedades. Pero en todas las sociedades el género organiza la forma en que se hacen las cosas, y el modo de comportarse. En algunas culturas, por ejemplo, se espera que la mujer sea suave e indulgente, en otras, cabeza dura y con gran determinación. Pero en todos los casos, la vida de la madre conformará las expectativas y experiencias de su hija con una profundidad con que no conformará las de su hijo. En formas tácitas e íntimas, madre e hija van a estar vinculadas. Esto sucederá sin importar lo que venga después. Puede que la niña llegue a ser concertista de piano, cuando la madre no distingue una nota de otra; el niño puede amar la fotografía cuando su madre es directora de cine. Tal vez la madre prefiera al hijo; pero el paralelo se seguirá produciendo con la hija mujer.
Para las niñas, esta primera relación importante con alguien de otro sexo tiene matices sexuales. Una vez más, esto es algo específico de nuestra cultura occidental. El icono popular de la mujer sexualmente deseable es una mujer con características aniñadas, hasta infantiles. Esto señala que consideramos que hay algo sexual en las niñas pequeñas. La diminuta voz de Marilyn Monroe y su hablar ingenuo en la alcoba es una imitación de la forma de hablar de una niña pequeña. No ocurre lo mismo con nuestros sentimientos hacia los niños. Los iconos de la sexualidad masculina no admiten ningún tipo de infantilismos. Los anchos hombros de John Wayne pueden soportar cualquier responsabilidad. Una voz masculina no tiene nada de infantil. Esto no implica que haya una abierta sexualidad en las relaciones padre-hija. Pero existe la sexualidad inconsciente de toda relación hombre-mujer desde el comienzo. Por otro lado, como los niños –con voces chillonas y hombros angostos- no tienen ninguna semejanza con el hombre adulto como objeto sexual de sus madres, ese elemento no está presente en la primera relación mujer-hombre de los niños. Puesto que las niñas aprenden a asumir un papel de sumisión en su primera relación con un hombre, la relación padre-hija, no la relación madre-hijo, tiene la característica de servir de modelo para las futuras relaciones heterosexuales.
Esta característica de establecer una medida para futuras relaciones heterosexuales en las mantenidas por padres e hijas está muy documentada por los hallazgos de estudios dedicados a los efectos del divorcio en los hijos. Cuando el divorcio tiene como resultado que las hijas pierden su relación con los padres, las niñas establecen después malas relaciones con los hombres. Es mucho más probable que tengan una visión negativa del sexo masculino y que fracasen al querer establecer relaciones heterosexuales duraderas y confiables.

Salir en serio

Cuando las parejas discuten
“VOLVERSE CONCRETO”

En algunas de las investigaciones más interesantes acerca del éxito y el fracaso en el matrimonio en la actualidad, John Gottman, profesor de psicología en la Universidad de Washington, en Seattle, ha registrado en vídeo esta conexión entre el ruido y el deterioro de la sociabilidad. El profesor Gottman ha observado lo que sucede en los CUERPOS de las parejas casadas mientras discuten. Lo que hace es invitar a una pareja a su laboratorio, los conecta a varios sensores, y les pide que discutan un tema en el que están en desacuerdo. Mientras los miembros de la pareja discuten, los monitores miden el intervalo del ritmo cardíaco, el tiempo de transmisión del pulso a los dedos, la amplitud del pulso, el nivel de conductividad de la piel y la actividad somática general. Y Gottman descubre que cada una de estas mediciones registra un aumento en la excitación. En razón de que la conductividad de la piel opera a través de un sistema biológico diferente del que corresponde al pulso y a los intervalos cardiacos, Gottman piensa que los diversos sistemas afectados por el conflicto conyugal están tan extendidos por todo el cuerpo que ha denominado a este estado ‘excitación fisiológica difusa’. Dicho de otro modo: ‘ruido psicológico’. Cuando varios índices de excitación fisiológica aumentan, una persona ha entrado en un estado de ‘ruido psicológico’.
Las consecuencias de este estado para el funcionamiento de una persona casada, ha señalado Gottman, son uniformemente negativas. En principio, un estado de excitación fisiológica difusa, o ruido en nuestra terminología, deteriora la capacidad de la persona para procesar información. Para decirlo sin rodeos, una vez sumidas en el estado de ruido, las personas no son tan lúcidas como cuando están tranquilas. En este estado la memoria se deteriora, y con ello nuestra capacidad de responder eficazmente a la totalidad de los datos que se nos presentan. Y se torna difícil conservar un pensamiento: las reacciones se tornan automáticas, instantáneas. Finalmente, más allá de estas dificultades, la excitación fisiológica intensa también disminuye la capacidad de razonar, un fenómeno que los psiquiatras llaman VOLVERSE CONCRETO. Una vez que nos hemos vuelto concretos, asignamos valor a las cosas por su aspecto externo; ya no respondemos a los indicios más sutiles y al subtexto de las interacciones sociales, ya no somos capaces de pensar en términos de abstracciones, y nuestra capacidad para conceptualizar o proyectar hacia el futuro también disminuye. En el estado concreto las conversaciones entre los cónyuges toman un tono de represalia. Si un esposo se queja por enésima vez en el día de que no hay comida en la casa, su esposa le responde de inmediato con una observación punzante sugiriéndole que tal vez debería salir a comprarla él mismo. El hecho de que él pueda estar aludiendo a alguna otra cosa, su vida sexual, digamos, o sus preocupaciones laborales, planea muy por encima de ambos. Esto no significa que toda comunicación entre los miembros de una pareja se refiera siempre a ‘alguna otra cosa’: a veces una discusión sobre la compra es una discusión sobre la compra. Pero lo que ocurre cuando las personas se vuelven concretas es que no tienen forma de ponderar la profundidad o los posibles subtextos de la situación.
El trabajo de Gottman es fascinante porque a través de las grabaciones en vídeo él puede mostrar el punto en el que una discusión conyugal se convierte en pura defensividad, hostilidad e insultos. Este deterioro coincide con una aceleración del pulso de cada miembro de la pareja. A medida que las pulsaciones aumentan, la capacidad de discutir razonablemente desaparece. Es una correlación directa y llamativa: tan nítida que Gottman les aconseja a las parejas en conflicto que se tomen el pulso en medio de la disputa. Según su experiencia, cuando un hombre llega a un promedio de ochenta pulsaciones por minuto, y una mujer a noventa, no tiene mucho sentido continuar. Para ambos sexos, escribe Gottman, haber pasado las cien pulsaciones es razón suficiente para terminar la discusión. Una persona cuyo corazón late a una velocidad de cien pulsaciones por minuto, debido a la furia y no a un ejercicio de aerobismo, ya no es capaz de comprender ni de responder inteligentemente lo que su compañero o compañera está tratando de decirle.
Gottman ha notado que otras destrezas sociales también se debilitan. A medida que nuestra capacidad de procesamiento se deteriora, el ruido nos retrotrae a lo que los psicólogos llaman conductas sobreaprendidas (el fenómeno que Freud caracterizó como regresión). Las conductas sobreaprendidas son aquellas que conocemos demasiado bien. No es una coincidencia que se trate de las conductas de ‘orden inferior’, que aprendimos y practicamos de niños. Todos sabemos aullar, gritar y llorar, todos sabemos enfurruñarnos e insultar. Conocemos tan bien estas conductas que no tenemos que pensar para actuarlas, y ésa es la cuestión. Cuando el ruido de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro daña nuestra capacidad de procesamiento de orden superior no logramos acceder a las destrezas sociales de orden superior que habíamos desarrollado como adultos. Y nos vemos empujados a las rabietas de la infancia.
También para esta pérdida hay un substrato biológico: las conductas sobreaprendidas están mejor instaladas en el circuito neuronal del cerebro. Las destrezas sociales de orden superior, las destrezas que adquirimos con la madurez, son las conexiones más recientemente adquiridas y, en consecuencia, son las destrezas que cuentan con las conexiones sinápticas más débiles. Nuestras conductas y asociaciones más primitivas, las conductas y asociaciones de la infancia, son acciones que hemos repetido una y otra vez, y han dado como resultado conexiones sinápticas que resultan más fuertes, más robustas, más AJUSTADAS que las que subyacen a nuestras conductas maduras, que han sido adquiridas más recientemente. El ruido interno obtura los niveles superiores del cerebro, las conexiones sinápticas más débiles, y retrotrae al afectado a las conductas sobreaprendidas, sinápticamente robustas, de sus primeros años.

Características difíciles de tolerar en la pareja

Mi esposa tiene un único defecto: es intolerable....
Wiliam Thackeray



¿Qué puede usted hacer cuando se siente lo suficientemente atraído hacia una persona como para casarse con ella y que posee una característica que, de pronto, no puede tolerar?
¿Cómo puede enfrentarse con su ambivalencia inconsciente sobre ésta característica y evitar encontrarse en una posición rígida sobre cómo "deben" ser las cosas y cómo "debe" cambiar su compañero?

1. El primer paso es admitir la posibilidad de que, en lo profundo de su personalidad, existe una parte oculta que desea ser como lo que usted está condenando. Si no puede soportar el desorden de su compañero/a, considere la posibilidad de que, reprimido en su interior, late el deseo de ser totalmente desordenado como un chiquillo irresponsable.
"Pero yo no deseo ser desordenado- puede protestar enfurecidamente-. Yo quiero que mi esposa sea ordenada. No puedo soportar su desorden".
Si tener una esposa ordenada es algo tan importante para usted, ¿por qué se casó con una mujer así? ¿No es interesante que, en cambio, haya escogido usted a su esposa?
2. Algunas veces simplemente comprendiendo lo que está pasando, las personas pueden sentir menos temor y no situarse a la defensiva. Por lo general, ayuda hablar sobre la ambivalencia que usted siente. "Yo nunca me convertiría en una persona detestable, pero me considero capaz de imaginar que algo dentro de mí sostiene que podría ser divertido..." A medida que comience a reconocer y aceptar esa parte oculta de su personalidad y esté razonablemente seguro de que no se le escapará de las manos, se sentirá cada vez menos amenazado desde el interior.
3. Tal vez puede pensar en pequeñas pruebas tolerables para establecer contacto con la característica que usted ha estado negando. Marido y mujer pueden ponerse de acuerdo para intentar un pequeño cambio, sin comprometerse a largo plazo ni de forma definitiva. Tal vez usted llegará a descubrir algunos episodios o relaciones de su pasado, que le hicieron sentirse desgraciado en esa parte de su personalidad, por la cual la ha suprimido. Al compartir estos pensamientos con su compañero tal vez se incrementarán la identificación y comprensión entre los dos.
En casos en que las personas no quieran dar ninguno de los pasos descritos, lo que ocurre es, tal vez, que se sienten demasiado vulnerables e incapaces de asumir el riesgo. Posiblemente, deberán averiguar los motivos que originaron sus ansiedades antes de poder dar una respuesta diferente a las que formaron durante los años de infancia.
4. Finalmente, al analizar sus deseos de intenta modificar a su compañero, asegúrese de que no se encuentra usted involucrado en una lucha de poder. Tenga siempre en cuenta que, casi cualquier desacuerdo, puede simbolizar una lucha por el control dentro de la relación matrimonial. Por ejemplo, la pregunta de quién será el encargado de controlar los cordones de la bolsa de la TV, a menudo representa una lucha de poder sobre quién será el que tendrá el control del matrimonio. Dado que la necesidad de tener el control no es algo que reconozcamos fácilmente, una pareja pueden llegar a pelearse una y otra vez sobre si deben gastar o ahorrar (o sobre cualquier otro problema) sin discutir jamás el problema real de por qué cada uno de ellos necesita salirse con la suya.
Si usted es capaz de reconocer su necesidad de control, puede preguntarse, por qué es tan importante para usted en este momento y sobre lo que hubiera podido significar para usted en el pasado encontrarse que estaba fuera de control. Al compartir sus temores y miedos de que otra persona asuma el rol de una situación, tal vez puedan ustedes estar en condiciones de tranquilizarse y apoyarse mutuamente y sentirse más receptivos hacia la idea de hacer algunas concesiones, aceptar otras y compartir el poder

LAS PREGUNTAS QUE LOS HOMBRES MÁS TEMEN


Las preguntas de las mujeres que los hombres más temen los hombres son :
1.¿ Qué estás pensando?
2.¿ Me querés?
3.¿ Estoy linda?
4.¿Que harías si yo me muero?

El tema es que no hay manera correcta de responder estas preguntas, porque las verdaderas respuestas son siempre lamentables, ofensivas y de una torpeza mayúscula.
Las respuestas automáticas son del tipo que ninguna mujer querría escuchar , por ejemplo :
1- .¿ Qué estás pensando? : En que estás gorda .
2- .¿ Me querés? : No estoy segura.
3- ¿ Estoy linda? :No sé para qué te pintaste el pelo de color remolacha.
4- .¿Que harías si yo me muero?: Con lo que cobre de seguro de vida me iría a vivir al Caribe.


Por lo tanto, hay otras respuestas posibles como:
1- ¿ En qué pensás?
Respuestas :
" En la suerte que tuve de encontrarte en la vida."
" En la Copa Libertadores"
" En el futuro de nuestros hijos"
" En que voy a pintar el comedor".
Y evitar la obviedad:
"Si quisiera que sepas lo que pienso, estaría hablando".

2- ¿Me querés?:
La única posible es " Claro que sí, con toda mi alma".
Y cada hombre senstao debería evitar responder :
"Te sentirías mejor si te dijera que sí , ¿no?"
"Depende qué se entienda por "querer"
"¿Me preguntás a mí?"
"¿Y eso qué importancia tiene?" .


3- ¿ Qué harías si me muriera?
No hay hombre que sepa salir bien parado de esta pregunta.
Los más sagaces dicen "Aprendería a cocinar" o "Volvería a casa de mamá" .
Ninguno sale airoso, porque no queda bien decir: "Comprame una 4x4 y una lancha".
Y la única respuesta que sirve es :
" No sabría cómo vivir sin ti . Prefiero morirme yo antes "...
¡ Es la única correcta, que a ellos jamás se les ocurre!


4- ¿Estoy linda?
La única respuesta es:
" Claro que sí / Como siempre / Como nunca "
Jamás hay que responder :
"¿Comparado con qué?"
"Depende qué se entienda por "linda"
" No diría linda, pero tampoco eres un bicho"
"Cuando te conocí, sí. Después , bueno... los años no viene solos ..."
"Linda o fea, te quiero igual"
" Conozco peores"
" ¿Que es eso que te pusiste?...¿ Así piensas salir?"
" ¿Podrías repetirme la pregunta?"
" Estaba pensando en cómo gastar la plata del seguro de vida si te murieras"


Cómo jamás saben cómo responder a estas preguntas , la solución que encuentran los hombres es decir: " ¿Aaaah?" y quedarse súbitamente dormidos, que es el sistema masculino de evadir todos los problemas del mundo en un nanosegundo . Benditos sean.

Por qué piensan tan distinto

Los hombres siguen siendo un misterio para la mayoría de las mujeres. Y hacerlos hablar es casi una misión imposible. Por qué pensamos tan distinto? Dos especialistas responden a las preguntas que nos desvelan a las mujeres desde tiempos inmemoriales.
(Revista Luna) - ¿Por qué los hombres no hablan de lo que les pasa y les cuesta expresar qué sienten?
Porque han sido educados para hacer, no para sentir. No fueron formados para la sensibilidad sino para la acción. Por eso no suelen hablar de lo que les pasa, porque no tienen ese aspecto de su psiquismo desarrollado. La socialización de los hombres los orienta hacia el logro, es decir, a cumplir tareas en forma eficaz. Están educados como trabajadores. Un trabajador es una persona que hace algo, lo hace bien, y resuelve un problema, no una persona que se expresa, que dice lo que siente. Los hombres manejan otro idioma, se expresan a través del cuerpo a través de los actos.

¿Por qué no saben escuchar?

Los hombres como género han sido muy capaces en muchos ámbitos. De hecho, buena parte de la cultura humana fue creada por los hombres. Pero no han sido eficaces en el terreno de la expresión de las emociones. Cuando una mujer les plantea un problema sienten que tienen que resolverlo, y si no pueden solucionarlo se desesperan. Están educados para hacerse cargo, para resolver. Escuchar es contrario a la masculinidad, los hombres están ocupados en afirmar su poder. Escuchar a la mujer sería aceptar una paridad que ellos no están dispuestos a reconocer.

¿Por qué prefieren a las mujeres jóvenes?

Porque las pueden impresionar, fascinar y seducir. Además, les permite enarbolar como un trofeo de masculinidad a la joven que tienen junto a ellos. Este deslumbramiento funciona durante un tiempo. Cuando el hombre envejece realmente, con todo lo que esto acarrea, aparece el desencanto. Los hombres eligen mujeres más jóvenes y las mujeres más jóvenes les responden porque todavía están programadas para que una relación erótica se estructure sobre bases tradicionales: el dominio y la sumisión, el liderazgo y la admiración.

¿Por qué los hombres suelen ser infieles?

Porque la sociedad patriarcal les dio este permiso. Es cierto que a partir del mundo cristiano surgió una paridad de derechos en lo manifiesto, por eso en el matrimonio civil argentino se dice "los esposos se deben fidelidad". Sin embargo, el contrato latente sigue siendo inequitativo, porque las tradiciones culturales tiene mucho peso. Los hombres sienten que ser infieles les está permitido. Esto es por una sencilla razón, porque tienen el poder cultural, social y económico para hacerlo. Los hombres son más infieles porque todavía tienen más poder que las mujeres.

¿Por qué le temen al compromiso afectivo?



Porque los hombres tienden a reprimir los afectos. En tanto las mujeres para ellos son intercambiables y objetos para el placer personal, que pueden ser descartados o reemplazados por otras, el hombre no desarrolla relaciones de dependencia. El compromiso afectivo implica una pérdida de poder porque no saben defenderse de los afectos. Se sienten vulnerables en ese aspecto. Cuando una mujer a la que aman les pide algo, ellos sienten que deben responderle, y no tienen ganas de sentir que les " deben " nada a las mujeres que se enamoren de ellos . En ese sentido, creen que el amor los ata.
Por eso no tiene problema de tener sexo...pero cuidandose mucho de sentir ningun afecto por su compañera sexual.
les cuesta mucho enamorarase, y por eso tambien les cuesta más desenamorarse. Es raro que a una relacion afianzada la corte un hombre. El 90% de los divorcios los piden las mujeres . Un hombre no se quiere divorciar : deberia enamorarase otra vez para seguir en pareja, y eso para ellos es todo un trabajo colosal. Lo mejor, para ellos ses hacerle pito catalan a los sentimientos, a todos ellos. Por eso ellos mismos muchas veces nos saben si gustan de ti, si estan enamorados , si se acostumbraron a tu cara o que ... Tu les pides definiciones y no es que no te las queren dar . es que no las tienen . Sinceramnet, os hombres NO SABEN LO QUE SIENTEN . No es contigo la cosda, es que asi son ellos , muy despegados de sus sentimiento.

¿Por qué les cuesta admitir sus errores?

Porque han sido educados para ser fuertes, perfectos, ganadores. Creen que equivocarse es de perdedor. Tienen una gran exigencia en cuanto al éxito. Reconocer un error es admitir la falta de poder y eso va a contrapelo de la masculinidad.
"¿ Que yo me equivoqué de camino?" te dicen "¡eso es porque me lo indicaste mal!"
Se pierden y no preguntan . Prefieren llegar tarde a todas partes antes que preguntar direcciones en la calle. Eso significaría reconocer que está perdido ...y no quieren saber nada con quien se piense eso de ellos.
" No estoy perdido, siplemente me estoy tomando un rato más para hacer reconocimiento de territorio", me dijo uno una vez . Juas
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