lunes, 20 de octubre de 2008

¿ Por qué los varones deben pagar las salidas?


Para tener un matrimonio feliz un hombre debe tener la boca cerrada y la billetera abierta – Groucho Marx

Pasados fastuosos y gustos simples
Hay una clase de hombres que más vale perderlos que encontrarlos.
Y son los que te cuentan cómo sufrieron cuando los dejó aquella chica a quien habían invitado a cenar a Hiperluxus, el restaurante cinco tenedores más fashion de la ciudad, mientras a ti te invitan a cenar un hot dog en la esquina. O los que nos invitan a caminar por la plaza y a tomar agua del bebedero, mientras nos describen con lujo de detalles cómo era la gargantilla de oro y diamantes que le regalaron a la ingrata de la última novia, que los abandonó sin explicación.
Los hombres deberían saber que sus glorias de ricachones pasadas con otras mujeres en otros tiempos y con billeteras más abultadas, a una le impresionan de una sola manera: nos tienta a huir sin explicación, como ya lo ha hecho su ex novia.
Ellos creen que si nos cuentan qué bien la pasaron en las Bahamas con Valeria, tú lo sentirás como una promesa de que te llevará a las Bahamas también a ti. Pero no es así. Lo que una siente es que el tipo tuvo mejores momentos en su vida, y ahora nos toca conocerlo en su peor etapa de perdedor desbarrancado… ¡Y eso no es nada sexy!
Pero lo peor del asunto no es que se mande la parte con lo que se divirtió con otras, dándose la gran vida. Al contar eso está demostrando que no piensa darse la gran vida con una, porque ya no quiere gastar dinero con ninguna más. Como si hubieras llegado en el peor momento de su vida. Llegabas un mes antes y él te regalaba un coche. Pero ahora, luego de su último desengaño, te hace pagar a ti hasta la última goma de mascar.
Todo eso prueba que el hombre es un tacaño que es el peor pecado que un hombre puede cometer, si quiere relacionarse con una mujer.
No cualquiera es tacaño. No es mezquino simplemente aquel que no gasta dinero, no te presta un disco ni te convida de su emparedado. El que no gasta dinero puede no gastar por tener gustos sencillos y frugales. Puede no gastar por ser medio hippie o bohemio, y tener principios en contra de la sociedad de consumo y estar en contra de la frivolidad de gastar lo que no se precisa. Puede estar endeudado, y ahorrando para saldar sus deudas. Puede estar ahorrando para construirse la casa o para pagar el crédito bancario. O simplemente puede ser pobre.
¿Y qué es ser pobre? Uno es pobre porque nació en el lugar equivocado en el momento equivocado, porque no estuvo lo bastante atento a los vaivenes de la economía y de las oportunidades, porque eligió la carrera equivocada , porque se asoció con gente inescrupulosa, porque tuvo mala suerte en lo que emprendió o, sencillamente….porque es holgazán y no le gusta trabajar. Pero ser pobre es una condición que tampoco convierte a nadie en avaro, porque se puede ser pobre y generoso. Es más, hay muchos pobres que son tan generosos que por eso son pobres: les dan todo a los demás. Y hay ricos que lo son por no darle nada a nadie. Así que el tener o no tener dinero no es medida de la generosidad potencial de una persona.
Tener gustos frugales tampoco convierte a un hombre en un roñoso sin remedio.
Un hombre nos puede invitar a caminar por la plaza para tomar aire fresco, porque le gusta el verde, porque todos los sábados a la tarde acostumbra a hacer lo mismo o porque le encantan ver palomas y niños en los juegos. Puede convidarnos con un simple hot dog porque es un acérrimo fanático de las salchichas o porque los dos coincidieron que era el momento ideal para comerse una salchicha con mostaza. Es más, lo que marca que una pareja funciona bien es, justamente, el detalle de que pueden pasarla bien sin gastar mucho dinero. O sea que no importa lo poco que hagan, igual se divierten juntos.
Por eso en las películas románticas de Hollywood nunca vemos a Jennifer Anniston o a Meg Ryan yendo de restaurante de lujo a restaurante de lujo y visitando joyerías con sus novios, sino comiendo popcorn y caminando descalzos por la playa. Pasarla bien sin gastar dinero es sinónimo de que la pareja funciona. Aunque también puede significar que cuando los novios en la vida real de Jennifer Anniston y Meg Ryan descubran que las chicas esperan que él les pague todo cuando cada una tiene como 50 millones de dólares, a ellos se atraganten el popcorn… ¡porque también está lleno de mujeres miserables! Están las amigas que te invitan al cumpleaños y te piden dinero para pagar las pizzas, están las que te regalan un sahumerio luego de que tú le regalaste un bolso de Prada y las que les compran a los hijos la ropa en ferias americanas mientras ellas se visten en Cacharel. Pero sigamos hablando de hombres mezquinos, que para hablar de mujeres hay que hacer otro libro.

¿Qué es ser tacaño?
Como vimos, no planear salidas de lujo no es sinónimo de mezquindad.
¿Entonces, qué es ser tacaño?
Tacaño es el que tiene, pero no quiere gastar. Y el peor tacaño es el que ama más a sus billetes que a ninguna mujer, y no piensa desprenderse del dinero por estar con su chica.
Tacaño es el que siempre quiere quedar bien al más bajo costo, o – de ser posible – quedar bien gratis. Y si esto no es posible, tampoco le importa un pepino quedar bien.
Los tacaños quieren demostrarnos que ellos son el jet set, lo más top de lo top, y que han gastado mucho para mantener su alto status y su elegante nivel de vida. Pero no contigo. Lo que nos hace sospechar que nunca hizo ni podrá hacer ni la mitad de todo lo que nos cuenta. Tacaño y mentiroso son dos cosas que van juntas.
Los mezquinos siempre tienen mil pretextos para no gastar un peso. Pueden decirnos que no tienen ganas de salir, ni hambre, ni sed, y que la pasan genial con sólo ir caminando del brazo contigo sin hacer nada que demande abrir la billetera. Nos dirán pavadas increíbles como “el cine me aburre” o “estoy tan bien contigo, que así sentados sin hacer nada de nada, me siento genial”.
Si por casualidad (y por error) ambos hubieran incurrido en alguna actividad que requiera ser pagada, apenas recibida la cuenta, el roñoso objetará una serie de pretextos diversos con tal de no pagar, que irá usando alternativamente según la ocasión, a saber:
-No tengo cambio...
-Me olvidé la billetera, qué bruto
- Tengo que ir urgente al baño, paga tú y después arreglamos.
-Mañana tengo que cobrar 3000 dólares. Hoy me pescas sin un centavo, discúlpame.
-¿Cómo? ¿Aquí no aceptan la American Express Golden Platinum?
-Caray, no está el dueño que es amigo mío… ¡y justo no traje nada de dinero!
-Hoy te toca pagar a ti, muñeca.
-¿Recuerdas esa apuesta que te gané…?
- No tengo hambre, mejor no comamos.
- Nunca llevo plata porque no soy consumista.
- No traigo dinero porque podrían asaltarme.
- Qué pena que no me conociste cuando estaba forrado en dinero, nena.
- ¿Tu no eras feminista? Pues, hazte cargo y paga la cuenta….
- ¡Me encanta que una mujer me invite!
- No pienso dejar propina porque nos atendieron espantosamente mal.

Recursos miserables

Los roñosos tratan por todos los medios de instalarse en nuestra casa.
Para ellos nuestro mínimo monoambiente es la sucursal del paraíso.
Dicen que pasan a buscarnos para salir, pero una vez que entran y se sientan en un sillón, no se mueven más. Pretextos, les sobran: “¿Y si nos quedamos aquí, que está tan agradable, tranquilos, los dos juntos?”. Nunca quieren salir porque, según ellos, los días de semana no hay nada para hacer y los fines de semana toda están lleno de gente que te pisa. Entonces se enclaustran en tu casa.
Y allí ubicados, arrasan con todo lo que ven en la heladera, para terminar llorando sobre un vino que guardábamos desde hace diez años para una ocasión especial (que no es ésta), al recordar lo que gastaron en mujeres frívolas y lo caras que están las tablas de wind-surf… ¡lamentando que no tienen una moneda para invitarte a tomar un trago!
Todo eso, claro, tomándose hasta la última gota de tu Chablis, y comiéndose hasta el último de los bombones que te regaló tu padre en tu cumpleaños tu vecina…él no te regaló nada. Es que los tacaños jamás recuerdan nuestro cumpleaños, nuestro aniversario, ni que es Navidad. Y cuando se lo hacemos recordar, nos dirán que “el amor se demuestra todos los días, no con regalos o con cosas materiales”. O luego de pasada la fecha te dicen: “Te lo debo”, “No tuve tiempo de comprarte nada”, “No sabía qué regalarte... ¡Si tú tienes de todo!”, “Todo lo que está de moda es feo”, “No conozco tu talla”. “Estaba todo cerrado...”, “No conozco tus gustos”, “Las mujeres son muy exigentes “, “Las flores son para los muertos”, “Los bombones engordan” y otras sandeces por el estilo.
Lo peor de los roñosos es que no se enteran de que lo son.
Ellos creen que son románticos.
Jamás te dicen “¿Vamos a ver una obra de teatro?” sino “¿Vamos a ver las estrellas?”.
No te dicen “¿No tienes antojo de comida francesa?”, sino “Esa Coca Cola que tomamos en el kiosko me quitó el hambre”.
Se niega a comprar golosinas en el cine porque dice que masticar en la película es una falta de respeto al séptimo arte. Si insistes en comer algo, te compra el chocolatín a la salida del cine, como toda cena. Y si insistís aún más, te dirá que le duele el estómago, que no se siente bien para comer, o que estás gorda y deberías pensar en hacer ayuno.
Los miserables son muy estratégicos para cuidar el dinero.
Te llevan a comer el plato turístico de 7 pesos cuando no somos turistas, el menú ejecutivo cuando no somos ejecutivas, el menú infantil cuando no somos nenas y tenedor libre del restaurante chino cuando no somos chinos. Así que ya sabes: el miserable nunca te lleva a comer comida para gente normal. ¡Porque él no es normal!

¿Por qué el varón debe pagar la cuenta?
Ya sabemos que eso de pagar gastos les cuesta a todos por igual. Y que es muy moderno dividir la cuenta en partes iguales, y que hay mujeres que lo aceptan
con tal de salir con alguien. Esto vale muy bien entre amigos. Pero una vez que hubo besos, mimos, y hasta sexo entre ambas partes… lo justo, sexy, y varonil es que el varón pague la cuenta. Y por un simple motivo: por más métodos anticonceptivos que existan hoy en día, siempre hay un margen de riesgo de que una quede embarazada. Si él no paga la pizza, está dando por sentado que tampoco podrá pagar los pañales, la leche y la escuela de un probable futuro hijo. Y eso sí que es poco varonil.
La función del hombre es proveer. Más allá de que haya mujeres solas que conservan sus empleos, consiguen su paga a fin de mes, tienen hijos y prescinden de la ayuda económica de los hombres, para todas ellas todo se le hace todo mucho más cuesta arriba que para un hombre. Incluso conseguir trabajo es más difícil: siempre se prefiere un hombre y a ellas les pagan menos. Por ello, lo menos que puede hacer un hombre es pagar los gastos de la novia.
Si él es oficialmente pobre, que invente planes gratuitos, como invitarla a caminar por la playa o la orilla del río, o entretenerla con largos paseos en bicicletas y maratónicas sesiones de televisión. Pero eso de “salgamos y tú paga tu parte” o “me tendrás que invitar, preciosa” es inaceptable.
Si paga la mujer, aumenta la promiscuidad y la falta de responsabilidad masculina. Un hombre que paga por cada mujer con la que sale se fijará con mucho más cuidado si realmente quiere algo en serio con una mujer o no….porque el bolsillo no le dará para salir con muchas.
Como ningún tipo quiere gastar mucho en una mujer que sólo le interesa para un revolcón apurado, el hecho de tener que pagar hará que él haga perder tiempo a menos mujeres e invite sólo a alguien que realmente le interesa. Y con este sistema terminamos para siempre con esos que te invitan una vez y se borran para siempre.
Las mujeres deben exigir que los hombres paguen todas las salidas, que es la manera humana de ver cual es el macho más valioso de la manada. Entre los animales, los machos se pelean entre sí para quedarse con las hembras. Entre los humanos, tienen que mostrar la billetera. Quedarte con uno que no paga equivale a conformarte con el peor macho del grupo. Y en verdad estás en todo tu derecho de quedarte con el mejor, o con quien pueda demostrara que te pueda dar una vida digna a ti y a tu prole. Si trabajas, que tu dinero sea para ti, no para pagarle las salidas a un tacaño. Si quisieres agasajarlo pagando tú, que sea la excepción, no la regla.
Y esta no es una idea interesada, sino todo lo contrario. Después de todo, lo que a las mujeres más nos interesa a ellos les sale gratis: para hacer el amor ni siquiera necesitan pantalones.