miércoles, 27 de agosto de 2008

Victimas de Hollywood


Somos nietas y bisnietas de mujeres que se casaban con el primer tipo serio que las cortejaba con cierta insistencia y que demostraba tener la perseverancia de esperarlas con flores en una esquina, aunque lloviera y ella lo dejara plantado tres veces porque no quedaba bien que una chica “de su casa” asistiera ansiosa y puntualmente a las primeras citas con un hombre.
Nuestras madres ya habían empezado a obnubilar su percepción femenina con las películas de cine.
Errol Flynn, Montgomery Cliff, Cary Grant y Clark Gable ( la mitad de ellos trolos) ya les habían empezado a pudrir el seso con escenas desgarradoras que mostraban que un amor no es tal si no cuesta perder una herencia, remar el océano y arruinarte la juventud rompiendo corazones propios y ajenos.
Nuestras madres tenían forrado el interior de sus placares con fotos de actrices de jopo imperturbable, tetas pinchudas y cinturas de avispa( como tenía que ser una mujer en esa época), junto a caras de muchachos de pelo brillante de fijador, de bigotitos finitos y mirada indiferente. Los tenían como modelos para saber a quién buscar para casarse: hombre rudos, machos, eternamente malhumorados, estilo John Wayne.
Claro que en ese entonces ellas tampoco sabían que John Wayne se hizo el macho por no hacerse homosexual. Su madre lo llamó Marion, (nombre de mujer) porque lo odió desde que nació, ya que ella quería tener una niña, no un tercer hijo varón.
El niño Marion recibió burlas de todo tipo en su infancia, hasta que se escapó a Hollywood y filmó dos millones de películas baratas, cada una en tres días, por las que cobraba poco y nada.
Lo que lo hizo famoso fue que en una América empobrecida por la guerra, él filmó más porquerías que nadie. Y tantas películas hizo, que plasmó la idea de que el verdadero macho era ese: un tipo traumatizado por una madre que lo odiaba, y que se salvó de ser gay por andar con una pistola matando indios a diestra y siniestra. Después se casó con una peruana que lo trataba como un bebé y le limaba las uñas de los pies: la mamá que nunca tuvo. Pero esa es otra historia.
Lo lamentable del caso es que John Wayne, con sus complejos, nos arruinó la vida a la mitad de las mujeres del planeta, por servir de modelo a otros tantos tipos traumatizados que lo imitaban, creyendo que ser macho es ser malhumorado, pedante, frío y soberbio. ( Y le costó un pene entero al marine nortemariecano John Wayne Bobbit cuando su esposa ecuatoriana Lorena se cansó de su maltrato)
Nos costó décadas convencer a los hombres que nos cruzamos en nuestra vida de que las mujeres no queremos hombres duros que hablan con monosílabos, sino hombres tiernos, sensibles y amorosos que quieran dialogar.
Mientras nos hacíamos señoritas, fueron cerrando salas de cine en todas partes.Sin cines donde exhibieran sus malos films, John Wayne dejó de ser la amenaza mayor.
Si Hollywood fue la escuela amorosa de nuestras madres, las mujeres de hoy tuvimos una escuela aún peor: la omnipresente televisión. Y ahí si que tuvimos modelos espantosos.
La caja de madera y vidrio verde botella nos llenó la cabeza de imágenes, tan perfectas como hubiéramos querido que fuese la vida misma.
Nuestra vida amorosa estuvo signada por los modelos que nos imponían las series norteamericanas.
Nos llenaron la cabeza con un sueño de American Way of Life imposible, donde la señora de la casa mantienen todo impecable sin esfuerzo, está siempre bella y con tacos, y los finales son todos felices.
Soñábamos tener un novio rubio con ojos celestes, con quien tendríamos una hija llamada Wendy y viviríamos en una casa de madera blanca con un porche con una hamaca colgante y una nevera llena de emparedados y malteadas. Tendríamos un perro llamado Lassie, e iríamos de vacaciones a Disneylandia.
Por ejemplo yo me enamoré del Zorro. Mejor dicho, de Guy Williams y su sonrisa permanente, sus tropelías en Monterrey y sus picardías como marcarle la “Z” en la espalda al malo de cada capítulo.La televisión también nos enseñó que los hombres son valientes y útiles sólo cuando están en acción y enmasacarados detrás de un antifaz: apenas se sacan el disfraz y dejan de trabajar, son torpes, tontos y aburrido, igual que nuestros maridos cuando dejan la corbata y el attaché.
Me fascinó descubrir que mi querido Guy Williams también era protagonista de Perdidos en el Espacio, una serie donde una familia entera deambulaba por planetas extraños buscando hacer contacto imposible con una Tierra lejana..
Mi única meta era casarme con Guy Williams, enamorada como estaba de su doble personalidad de padre protector en el espacio sideral y justiciero pícaro en la colonia española.
Me costó años convencerme de que Guy Williams vivía lejos, en Estados Unidos , era un actor famoso, y que jamás le prestaría atención a una niñita de primer grado que estaba muerta de amor por él.
Entonces traté de olvidarlo. Y de golpe, años después, sufrí un shock al enterarme por los diarios, demasiado tarde ya , que mi amado Guy Williams acababa de morir solo en mi propia ciudad natal.
No sólo se había quedado trabajando en la Argentina haciendo el papel de El Zorro en circos que recorrían las provincias, sino hasta me contaron que había tenido un idilio con una actriz argentina.
Para mí fue una enorme ironía, casi un shock, enterarme de que el hombre que descarté de mis sueños por inalcanzable, se hubiera muerto a la vuelta de mi casa. Quise creer que fui yo la que lo traje con mis pensamientos... pero como no me encontró, se murió de pena.
Mi vida amorosa fue como una mala serie americana. Pasé media vida buscando un hombre lindo, eficiente y frío como Ben Casey, y luego de encontrarlo , todo terminó con mi corazón escarchado de tanta frialdad.
Luego me pasé otra media vida buscando uno encantador, seductor y divertido como El Zorro. Pero los seductores vienen con la misma doble personalidad: contigo son El Zorro - engreídos y audaces- y con los demás son Don Diego de La Vega, tímidos y quedados. Encima se esconden detrás de un antifaz, desaparecen de noche, y con su espada te marcan la “Z” de “zonza”.
Luego quise uno justiciero y heroico como Batman o el Hombre Araña, pero los héroes nunca están en casa, y me sentí terriblemente sola: El héroe ayudaba a todos, menos a su esposa.
Finalmente busqué un hombre que sea contenedor, amable, valiente y paternal como Guy Williams en “ Perdidos en el Espacio”.
Me costó bastante... pero que los hay, los hay... ¡Perdidos en el espacio!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guy williams me quita la respiración de solo verlo, desde que tenía 7 años, y ahora también, y pasaron mas de treinta. Su sonrisa me da taquicardia.Me queria pegar la cabeza contra la pared, cdo supe de su muerte, sólo, en mi propio país, hace casi veinte años.

Anónimo dijo...

te equivocaste de titulo flaquita. es quien entiende a las mujeres. la prueba esta aquí después de leer tu articulo...