miércoles, 13 de mayo de 2009

Ese eterno terror a la impotencia




El sexo de los incas


El sexo siempre inquietó a la gente e interesó a los artistas. En todas las épocas existió el arte sexual, erótico y hasta pornográfico. Son famosos los bajorrelieves hindúes que representan escenas de alto voltaje erótico, los frescos pompeyanos que muestran fiestas bacanales, las acuarelas chinas de emperadores retozandos con sus favoritas y los poemas eróticos egipcios donde el faraón alaba las tetas de su hermana. Pero entre todas estas demostraciones de arte erótico, el elemento más repetido- siempre en piedra o cerámica, de manera tridimensional y estado erecto- es el falo masculino.
Este aparece constantemente en las regiones del imperio incaico. Bolivia y Perú estuvieron poblados desde el año 20.000 antes de Cristo, pero las únicas cerámicas que se conservan bien datan de alrededor del año 1 d.C.(en el apogeo de la cultura nazca), y doscientos años después, cuando sobresalió el arte moche. Consideradas muestras de arte vergonzante, durante siglos los museos peruanos escondieron estas piezas inquietantes de la vista del público. Recién en 1959 el Museo de Arte de Lima, Perú, se animó a sacar a la luz las piezas de cerámica de temática sexual. Cuando las exhibieron en sus salas, muchos historiadores peruanos pusieron el grito en el cielo diciendo que se desprestigiaba la cultura moche evidenciando que era un pueblo de "costumbres depravadas". Pero en verdad, lo que se ve en estas vasijas es la importancia que estas culturas les daban al sexo- como un acto intenso digno de ser representado con el máximo realismo- y al falo masculino, como un elemento de adoración.
En la cerámica erótica inca, las mujeres siempre aparecen retratadas totalmente desnudas, mientras que los hombres aparecen bien cubiertos. No se percibe gran diferencia con nuestra cultura actual, en las que las mujeres aparecen desnudas en películas y tapas de revistas, y los hombres, siempre vestidos. Los falos de los varones nunca se ven en estas cerámicas, sino que parecen cuidadosamente ocultos tras ponchos, manos y canastos estratégicamente ubicados. Los miembros viriles aparecen a montones, pero siempre sueltos, no pegados al cuerpo, de manera tal de que no haya referencias que permitan conocer su verdadero tamaño en relación al cuerpo de su dueño. Curiosamente, en todo Perú se hallaron picarescos jarritos con forma de pene llamados "paccha" que obligaban a beber su contenido metiéndose el pene en la boca, lo que demuestra qué deleite obtenían con las felaciones. El sexo oral siempre se practicaba de mujer a hombre, y casi no se ven ejemplos inversos. Otra evidencia de la importancia del falo en la cultura inca es que en quichua a los genitales femeninos se les decía "ruca" y al pene,"rucana", que además significa "dedo". Pero un pene grande se denominaba "rucanacutu": es decir, "montones de dedos": algo digno de admiración.
En el libro "Comportamiento Sexual en el Antiguo Perú" (Federico Kauffmann Doig, Kompaktos Editores, Lima) se cuenta que un 22% de las piezas arqueológicas que estudió el Dr Gebhard muestran escenas de acariciamiento genital, donde la mayoría de las veces es la mujer quien estimula al hombre. En culturas como las de Salinar, Virú, Nazca y Chimú aparecen cerámicas que muestran parejas en posiciones sexuales de lo más osadas – el de rodillas de frente a ella, ella con sus rodillas rodeando el cuello de él, por ejemplo – aunque en el Kama Sutra del Tihuantisuyo la posición preferida era de costado, dado que el sexo anal era de práctica común como método anticonceptivo. El Museo Larco Herrera de Perú tiene piezas que muestran que los incas no tenían reparos en hacer el amor al lado de sus hijos dormidos, mientras la mujer amamantaba al bebé, o en la misma cama con los padres de la novia, que fingían dormir. En el Museo Alberto Fehling de Lima hay cerámicas que muestran a una mujer sosteniendo algo de forma fálica, de tamaño desmesurado, que ciertos historiadores consideraron un “aparato para enemas” y otros afirman que es un consolador de antaño, y otros más creen que es un talismán en la forma de un pene erecto.
Estas piezas tienen un valor incalculable. Quedan muy pocas, dado que cuando fueron descubiertas en el siglo XV, por los colonizadores españoles las destrozaron por considerárselas heréticas. Pero si de las pocas que quedaron, la mayoría son penes, es de imaginar la inmensa cantidad de penes de terracota que habría en pleno apogeo del imperio inca. La muestras de cerámica inca del Museo Larco demuestra que si Colón se hubiera llevado esas cerámicas a España,- en vez de llevar tonterías como papas, loros y tomates- tal vez toda nuestra cultura hubiera sido más libre y divertida que la pacatería a las que nos sometieron durante tanto tiempo. Pero qué se podía esperar de un loco como Colón que llena un barco de convictos para viajar a las Indias en dirección equivocada.




Arquitectura fálica

Durante 5000 años, el mundo se fue poblando de falos gigantes clavados en la tierra. En la isla griega de Delos, en el Mar Egeo, hay un santuario dedicado al dios Dionisios, llenos de muy realistas esculturas de gigantescos falos monumentales en mármol. Pero estas son obras muy modernas comparadas a las representaciones de falos en tallas de piedra hallados en Irlanda, Inglaterra, España, Chile, Francia, Turquía y hasta en nuestra provincia de Tucumán. En todo el planeta abundan las grandes piedras clavadas en la tierra, que simbolizan fertilidad y hegemonía masculina, aunque algunos esotéricos insistan en hablar de una “acupuntura planetaria” en “centros energéticos terrestres”. Algunas de las civilizaciones que podían explicar el porqué de esta costumbre han perecido sin dejar testimonios escritos. No así los incas, que hasta hoy a estos falos de un metro de largo, les llaman "uyos", que en quichua también significa "pene". La explicación arqueológica más aceptada del por qué de tantos menhires, es que estas piedras se clavaban para que fertilizaran a la Madre Tierra.
Todo Europa se llenó desde tiempos remotos de columnas erigidas en los cruces de caminos con una estatua del dios Hermes con un falo erecto. Estos pilares luego llamados hermas garantizaban la fertilidad y virilidad, como amuleto, y era lo primero que destruían los invasores: el falo en erección. ( Herodoto, La historia, II, 51).
Los obeliscos, que se encuentran en todo el mundo, también indican la constante preocupación por el miembro erecto. En Babilonia se erigían en honor al temible dios Baal o Nimrud, y de ahí llegaron a Egipto como símbolo de virilidad y fertilidad. Se les llamaban “pene de Osiris”-el macho cabrío- y se erigían en honor a Ra, el dios sol, que fertiliza a la tierra como el hombre a la mujer. Considerando su procaz significado, su uso fue prohibido por la Biblia. La palabra “obelisco” de las viejas Biblias fue reemplazada en ediciones sucesivas como "matzebah", que significa "imágenes altas" (obeliscos) o “"hammanim" ("imágenes del sol") para acabar siendo simplemente “imágenes” en la Biblia modernas. La Biblia de Scofield menciona que los paganos construyeron “una imagen del celo” – otro obelisco- “en la entrada del templo"
Pese a tanto resquemor bíblico contra los obeliscos, los papas se las ingeniaron para poner uno- que había sido traído por Calígula desde Egipto- en la Plaza de San Pedro, lugar de privilegio del Vaticano. Por su parte, los masones se las ingeniaron para que haya uno en el Central Park de Nueva York y otro en el Capitolio en Washington. El de Buenos Aires fue edificado en 1936 para conmemorar el cuarto centenario de la primera fundación- representando la potencia progresista del viril país, no sin un escándalo en la época, Tantos falos de cerámica inca en los museos peruanos y tantos menhires, cromlechs y obeliscos en los sitios más diversos del planeta no responden a otra intención que propiciar a las fuerzas naturales o a los dioses para conservar la potencia sexual, siempre tan efímera.

Eternos insatisfechos

“Pocas consultas, ya sea con el médico o el farmacéutico, son vividas con sentimiento de humillación y fracaso” afirma el Dr. Adrián Sapetti,- psiquiatra y sexólogo - “ La cuestión es que. de un fallo ocasional, magnificándolo, todo se convierte en un drama. El paradigma de varón potente aquel que, además de poseer un miembro enorme, es capaz de mantenerlo rígido muchas horas y llegar a tantos orgasmos como su pareja o su deseo lo demanden.”
Hindúes griegos, incas y galos contruyeron falos monumentales para endiosar la virilidad. Pero luego de construídos estos monumentos, sobreviene la odiosa comparación: “no lo tengo de veinte metros de largo, ni siempre mirando al cielo” . Y esto amarga a cualquier varón .
Luego de haberse erigido el obelisco de Buenos Aires, la obra causó tan escándalo que se propuso demolerla. Hasta que en 1939, luego de una votación de concejales, hubo mayoría de votos para que el obelisco siguiera allí .asta el día de hoy el Obelisco evoca un doble sentido. Cuando la revista Radar pidió a sus lectores que respondieran la pregunta de por qué festejamos en el Obelisco, un tercio de las respuestas fueron de índole sexual.
Siempre que en alguna parte del mundo se erige otro falo gigante, saltan reacciones indignadas. El famoso y archipremiado arquitecto carioca Paulo Hamilton Casé era un aclamado autor de la mayor cantidad de edificios de Rio de Janeiro, hasta que en 1996 tuvo la osadía de erigir una estructura de 22 metros en plena avenida Visconde de Pirajá, en Ipanema. Ninguna de sus obras sufrió tanta polémica y críticas. La obra pasó a ser llamada el “obelisco de la discordia” en los medios, hasta hoy se la conoce como “El falo de Ipanema" y Casé cayó en desgracia minetras dtosos e rién de su megalomanía fálica.
En Barcelona, en 2005, se erigió el pene más grande de Europa. La torre del arquitecto francés Jean Nouvel, es un edificio de perfectas proporciones peneanas de 142 metros, el tercero más alto de la ciudad. Tan shockeante es verla, que hasta hoy hay encendidas polémicas en torno a su forma, en la prensa y en blogs. A la controvertida Torre Agbar, nadie la conoce como tal, sino como el Megapene, el Superconsolador o, más familiarmente, El Pollón.
Todos estos penes gigantes de piedra son la representación de lo inalcanzable, del deseo eterno, de la satisfacción total. Y no está mal estar tan insatisfechos. Después de todo, dice Freud que la insatisfacción del deseo es el motor de la cultura.
Estas obras de arte nos demuestran que desde hace siglos los hombres se vienen dando corte con sus atributos .Les rinden tributos y los representan con su tamaño multiplicado por diez mil, seguros de que ese gajito de carne los hace dueños del universo. Pobrecitos: tantos siglos de campaña publicitaria, y sólo ellos se la creen.

1 comentario:

carlos dijo...

alguien sabe por donde queda el mencionado museo alberto fehling en lima, ya que no lo veo en ningun listado. gracias.