martes, 24 de marzo de 2009

Dos mujeres son demasiado

Nuque nullis sis amicus, nuque multis.
("No se debe estar sin amigos, ni tener muchos.")
Quinto Ennio


Todo bien, mientras sea entre mujeres
Nadie duda de que la amistad es algo hermoso. Ni que tener un buen amigo es lo mejor que te puede suceder. Ni que tener una buena amiga es una de las mayores delicias de la vida. Hasta que hay un hombre en el medio.
No sé cómo se las arreglan los hombres en estos casos, pero ellos parecen resolver mejor que las mujeres sus asuntos sentimentales. Ellos pasan sin escalas de las cervezas con los amigos a los brazos de una mujer y de la almohada de ella a la mesa de billar. Ya sea por gusto o por amor al cambio, ellos saltan de mujer en mujer como Tarzán de liana en liana, y no se detienen a mirar el abismo. Las mujeres, en cambio, nos detenemos entre las lianas a mirar el vacío y nos decimos, llenas de culpa almodovariana: “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.
A juzgar por las letras de los tangos y las crónicas policiales, si un hombre nota que su mujer le es infiel con otro tipo, el cornudo mata a uno de los dos y después pasa sus años de encierro barriendo la capilla de la penitenciaría y convirtiéndose en fanático religioso. Otros se lo toman con más ligereza y pegan en el auto un adhesivo que reza: "Mi mujer se fue con mi mejor amigo y lo extraño".
Las mujeres nos tomamos todo más en serio, y por eso, ante cualquier problema amoroso, nos hacemos más problemas que los hombres.
Tengo dos amigas que han iniciado una relación de pareja al mismo tiempo, con dos muchachos que conocieron el mismo día. Una de las parejas cortó su relación mientras que la otra siguió su romance feliz. La amiga que quedó sola no le perdonó a la otra que siguiera enamorada con su idilio viento en popa. Sintió despecho, envidia, bronca... y las dos se separaron. . Hasta que la otra también se quedó sin novio, y entonces sí, lloraron juntas diciendo que los hombres son un desastre. Porque ser mujer es el sutil arte de opinar oportunamente acerca de dos temas básicos: a) los hombres son un desastre y b) cómo conseguir uno.
Esta obsesión por los machos hace que la amistad femenina más sólida entre en terrenos cenagosos si aparece un hombre en el medio.
Pongamos por ejemplo que una amiga se acaba de pelear con un su novio, uno de esos tipos tan lindos que harían que una monja se quite los hábitos. En una cena amistosa, él nos desnuda con la mirada... y una se da cuenta de lo que quiere. ¿Puede una darle pie a este señor para indicarle luz verde? ¡NO! ¡Está más prohibido que el incesto! ¿Por qué? ¡Porque ya salió con la amiga de una! ¿Hay derecho de dejarlo ir así como así, y que a ese hombre hermoso lo disfrute una desconocida? Sí, es la única salida. Al ex de una amiga no podemos ni mirarlo fijo, so pena de perder la amistad con ella para siempre. Ella jamás nos lo perdonaría, por poca importancia que haya tenido su relación con él.
No digo que todas las mujeres sean así, pero sí la mayoría. En este caso, el que sobra no es el ex de la amiga de una. La que sobra es la amiga. Porque tener una amiga es un problema cuando hay un hombre en el medio.
Historia de amistad y amor
De esto me di cuenta una vez, hace tiempo, cuando conocí un tipo muy interesante a la salida de la clase de Problemas Filosóficos en la universidad.
Salimos de allí hablando de Sartre y Kant, pero a la media hora tocamos otros temas tan filosóficos como qué tenés que hacer el sábado a la noche y esas cosas.
"Aquí todas tienen aspecto de bacalao ", me dijo él, por lo que consideré que no me prestaba atención porque estaba prendado de mi belleza, sino porque era un bacalao más con la que se podía iniciar conversación.
"Tienes razón, mis amigas son mejores", le dije para ver si picaba el anzuelo.
"¿Qué esperas para presentármelas, entonces?”, respondió el incauto.
"Tú preséntame antes a tus amigos", respondí rápida. Terminamos planeando llevar él a sus amigos y yo a mis amigas a un bar cercano a la facu, el próximo viernes.
Al día siguiente empecé a reclutar compinches para el encuentro.
El resultado fue cero: la que no podía venir porque estaba segura que el viernes a la noche diluviaría, me dijo que estaba segura de que el viernes le dolería el estómago. Una llegó a decirme que tenía que quedarse a cuidar al gato, y otra me aseguró que no salía con desconocidos ni aunque fueran conocidos míos. Esas son las mujeres que no merecen ser invitadas jamás por nadie... excepto por mí, que siempre les insisto que salgan de la cueva, pero sin éxito. Peor para ellas. Después se quejan de que están solas, o de que no hay hombres.
Por último llamé a Fernanda, mi mejor amiga, la que se prendía en cualquier cosa aun cuando la llamara con dos minutos de anticipación.
Fuimos las dos solas al bar, pensando con horror cómo nos arreglaríamos para acompañar las dos solas a cinco tipos, rogando que no fueran muy densos. Ella estaba deslumbrante con un vestido mini negro y rojo. Yo- que estaba saliendo de la facultad - me había ido vestida de entrecasa, con jeans y un pulóver gastado. Me sentía un mendigo al lado de ella.
Pero en el bar no había nadie: Quisimos salir para ver si había otro bar cerca con el que lo hubiéramos podido confundir, y justo en la puerta nos encontramos con un alucinante morocho de ojos verdes: "Perdón, chicas, ¿ustedes venían a encontrarse con Darío y sus amigos? Porque de los cinco parece que vine yo solo..." Casi nos caemos de espaldas. ¡Qué importaba que no viniera más nadie, con tal de verle a los ojos un ratito a ese morocho divino!
Nos invitó a entrar y tomar algo, a ver si venía alguien más, y se sentó al lado de Fernanda. La ayudó con el abrigo y luego se dedicó a comérsela con los ojos y a preguntarle sobre su vida. Aun cuando fue tan amable como para dirigirme la palabra una vez cada media hora, era obvio que yo ahí estaba de más. Cuando me harté de presenciar cómo se miraban los dos embelesados, pretexté un súbito dolor de cabeza para irme a casa. Total, no me iban a extrañar. Pero metí la pata con eso, porque los dos saltaron como resortes diciendo: "¡No pensarás irte sola!¿No?", "No, yo me voy contigo", "Las acompaño a la parada de taxis", y mil gentilezas más que me dieron la pauta de que se sentían con culpa por haberme dejado al margen de su tierno idilio.
Insistí en que se quedaran tranquilos, pero no hubo caso.
Julio -tal era el nombre del de los ojos increíbles - nos acompañó a la parada y nos despidió deshaciéndose en sonrisas.

Desenlace fatal
Apenas nos subimos en el taxi, Fernanda me sacudió del brazo gritándome: "¿Eres idiota, o qué? ¡No me digas que Julio no te gusta!". Sin entender nada, le dije: "¡Claro que me gusta! ¡Hacen una pareja divina!". "¿De qué pareja hablas? ¡Si estaba muerto de amor por ti y ni le hablaste!", replicó.
Resultó que el tal Julio era un tanto tímido. Calculando que con los aires de princesita que tenía Fernanda y la facha rotosa que tenía yo lo lógico era que se fijara en ella, yo di la batalla por perdida desde el principio. Eso él lo tomó como indiferencia, y decidió no hablarme. Y en cada incursión mía al baño o al teléfono, se la pasó preguntándole a Fernanda cómo era yo y qué chances tenía él conmigo. ¿Conclusión?
Ella no se lo levantó para no "sacármelo" a mí -miren qué buena amiga- y yo lo ignoré para no "sacárselo a ella".
En nombre de la amistad las dos nos perdimos un hermoso hombre que se quedó esperando que una de las dos le diera el teléfono. Habrá pensado que éramos lesbianas.
Como está visto que no hay tantos hombres pasables en la vida como para dejarlos pasar y perderlos, sugiero que si tienes una amiga y entre ambas se cruza un hombre medianamente apetecible, lleves a tu amiga aparte y te pongas de acuerdo con ella para determinar honestamente de quién será el botín.
Obviamente, decidan lo que decidan la que quede sola se ofenderá terriblemente y la amistad llegará a su fin.
Pero no te preocupes: no será por mucho tiempo. En cuanto el idilio de cualquiera de las dos con el morocho de ojos verdes se termine, la novia abandonada correrá de los brazos de él directo a ver a la amiga para hablar de a) Los hombres son un desastre y b) cómo conseguir uno.

2 comentarios:

danny dijo...

Totalmente de acuerdo con vos, las mujeres no tenemos remedio, y si lo hay, nos complicaríamos tanto en tomarlo que terminaríamos igual de jodidas.

Anónimo dijo...

Me encantó este blog. Lo seguiré =) a ver si entiendo a los hombres de paso

Saludos,

Estefanía Rodríguez