jueves, 4 de septiembre de 2008

El peligro de tener imanes en la puerta de la heladera







“He estado intentando salvar mi matrimonio desesperadamente durante los últimos 35 años” ( Confesión de mi vecina)

Cuidado con el magnetismo
No sé si hay un objeto tan universalmente adoptado por todas las culturas, tan reiterado y de uso infaltable en todos los hogares como son los entrañables imanes de refrigerador.
Luego de muchos viajes y muchas visitas a muchos museos antropológicos de todas partes, supe que los objetos más usados por la humanidad en todos los tiempos fueron el peine, la aguja, las monedas, las hachas, el alfiler de gancho o imperdible y los anzuelos ( imperdible de pescados), que desde 5.000 años tienen el mismo aspecto que los de hoy, lo que indica que sus diseño son inmejorable, y que fueron objetos utilísimos para la civilización, la supervivencia y el desarrollo de la Humanidad.
Pero de un tiempo a esta parte, lo que más se ve en todas las culturas es esa maravilla de invención humana que son los archiconocidos imanes de refrigerador. Se hicieron populares hasta el punto de que resulta inconcebible poseer un refrigerador sin imanes. ¿Se la pueden imaginar? No, porque no existe. Hasta el último lugar más remoto del planeta, mientras haya un ser humano cerca, habrá un imán en el refrigerador con la forma de un ridículo cucuruchito de helado en miniatura, de una torre Eiffel o de publicidad de la heladería de la esquina, sosteniendo un papelito con el horario en que debes ir al dentista. Bien mirado, no está mal que un falso cono de chocolate te advierta cuando te toca la sesión de dolor..
Hay gente que se ufana de poseer colecciones de imanes que caen al piso cada vez que se cierra la refrigerador con cierto ímpetu. Pizzitas en miniatura, hamburguesas liliputienses, fetitos de canario al horno con papas barnizadas, corazoncitos con puntillas, banderitas yanquis, falsos trocitos de queso, ignotas vírgenes pueblerinas, tucanes de yeso, souvenirs de ignotos sitios turísticos, recuerdo de la Fiesta del Ajo…¡cualquier cosa puede aparecer en este muestrario refrigeril! Si observamos bien, en cualquier país del mundo todos tiene la misma afición de probar que los magnetos se adhieren al metal de la heladera. Lo he visto en películas lituanas, francesas, rusas o coreanas…¡ todas las refrigeradores del mundo tienen imanes, y si no, no son heladeras!...
Los propietarios de refrigeradores creen que sin imanes, olvidarían todos sus compromisos. La factura del gas, el teléfono del médico y de los bomberos, la boleta de la tintorería, la invitación a la fiestita del jardín de infantes, la lista de lo que hace falta comprar, la dirección del fontanero, la receta de una tarta, un garabato que hizo el nene, los horarios de ese curso de yoga al que jamás podremos ir... Las refrigeradores se han convertido en nuestra agendas personales, de dimensiones tan colosales como todo lo que tenemos que hacer.
Lo malo de ellas es que además de su enorme inutilidad, también sirven para retener los mensajes más fríos que una pueda recibir.
¿Por qué digo esto? Porque he comprobado-ante reiterada evidencia dada por las experiencias de varias conocidas-que es en lo imanes de refrigerador donde los hombres eligen dejar sus crueles mensajes de despedida.

Polos opuestos
Patricia se levantó un mediodía, después de haberse acostado al alba en brazos de su amado, a quien notaba algo extraño de un tiempo a esta parte. Somnolienta, se calzó las pantuflas, se encaminó a la cocina, sacó la leche de la heladera, y al cerrar la puerta quedó más helada ella misma que los cubitos del congelador. Allí, pegada en al puerta del frigorífico, bajo un imancito con forma de absurda frutilla-que más tarde habría de tirar con odio a la basura- había una nota de puño y letra de su amado que decía simple y mortalmente: “Ya no te quiero”.
¡Ni la oportunidad de gritar, llorar o pedir explicaciones le había dejado el desgraciado!
Otro caso: Hilda se enteró que el marido la había abandonado mientras ella estaba en el teatro porque el le dejó escrito sobre la lista de compras del supermercado – más ordinario no podía haber sido el hombre- un escueto: “Me he ido para siempre. No me busques. ” ¿Dónde lo dejó? Bajo un coqueto imancito de la heladera, sí señores. ¿Y qué del derecho a réplica?
Estefanía regresó del trabajo y halló en la puerta de la refrigerador una nota en papel amarillo con mala letra de su novio conviviente en el que decía “Fui a comprar cigarrillos” . No decía la hora, así que ella supuso que esto había sucedido hacía cinco minutos. Preparó la cena para dos, puso la mesa, se sentó a esperarlo mirando la tele, el no vino, guardó las sobras , y se fue a la cama sin saber si debía preocuparse y llamar a la policía para que lo busques , o indignarse y llamar a la policía para que lo maten . Cuando se estaba acostando, vio que en la mesilla de luz, del lado de el, había un paquete de cigarrillos bien lleno. O sea que él no había salido a buscar tabaco, sino a buscar otro vicio…
¿Esto ya se está volviendo costumbre? Si quieren terminar una relación…¿por qué no dan la cara? ¿Qué pasa con la heladera? ¿Calculan que luego de leerlo, con medio kilo de helado de chocolate que nos comamos, olvidaremos el dolor? ¿Y quién nos saca el dolor de aumentar otros dos kilos por la angustia?



¿Negativo o positivo?
En los viejos tiempos, las parejas se enteraban de que todo había llegado a su fin porque uno de los dos se dedicaba a armar la valija metiendo en ella los trajes con percha y todo.
Un poco más recientemente, los maridos o amantes tenían la delicadeza de citarla a una en un restaurante coqueto para tomarla de la mano y empezar:
-Mira, Dorita…no sé cómo decírtelo, pero… debo confesarte algo.
-¿Qué sucede, Juan Carlos? ¿Pasa algo?
-Si, Dori. Sabes que te aprecio mucho,. Y eres una gran mujer. Pero lo nuestro terminó.. Nuestros caminos en la vida se apartan como un sendero que se bifurca. Pero siempre te recordaré.
-¡Oh, no!
- No ha querido el destino que nuestras vidas se unieran
Hasta en las películas de esa época, los hombres tenían la deferencia de despedirse con caviar, champagne, flores y remordimientos. La última noche se vaciaban la billetera, pero se aseguraban de dejar un buen recuerdo y de quedar como caballeros decentes. Y por perverso y egoísta que fuera, la chica (cornuda y todo) lo terminaba perdonando.
Los tiempos cambiaron, y las despedidas también.
Ahora, en las películas, una se entera de que él la va a dejar a su mujer, porque la invita a la amante a cenar a su casa, la esposa se queda lavando los platos, el se va a revolcar con la invitada en la cama matrimonial… lo que da lugar a la escena sangrienta cuando la esposa los descubre. Pero eso pasa en las pocas películas protagonizadas por seres de dudosa credibilidad, que poseen refrigeradores que carecen de imancitos. Si hubiera habido un mísero imancito en la casa, seguramente él le escribía una notita escueta a la mujer, y así salvaba su vida y la de su amante.
En la vida real la cosa es muy distinta.
Los tiempos modernos no nos trajeron solo cosas buenas como grabadores para grabar la música que agrada a nuestro oído, sino también hortalizas magnéticas para grabar lo que no nos gusta…en nuestra retina. Como la patética nota de despedida.

Guerra a los imanes
¿Qué hay que hacer entonces para no vivir temiendo que cada vez que una entra en su casa se encuentre con una nota en la refrigerador diciendo “Me marcho para siempre . Adiós”?
Creo que lo esencial es deshacerse de los odiosos imancitos.
Un hombre irritado con el que nos acabamos de pelear, muy probablemente actuará por impulso. En un arrebato tenderá a garrapatear una nota en el primer papel que encuentre y, con toda la intención de que la leamos cuanto antes, la colocará en la puerta del refrigerador sujeta con un imán. Pegarlo al espejo del baño es demasiado lío, porque los hombres nunca saben dónde diablos hay cinta adhesiva en la casa, ni tijera para cortarla.
¿Cómo evitar que se produzca esta despedida tan cruel y clásica de los tiempos que corren, donde la gente ya no se habla?
Primero: Hay que evitar que anden rondando por la casa ninguna especie de papelito, y hay que hacer desaparecer todo material que sirva para escribir, ya sea lapicera, lápiz labial, pluma de ganso o barrita de chocolate. Esto conlleva de por sí un efecto disuasorio: sin material adecuado no se puede confeccionar un saludo terminante.
Segundo: Hay que incinerar hasta el último imancito de refrigerador que una posea. Si, hay que tirarlos sin titubeos: desde el caracol que nos regaló la tía Irma que dice “Recuerdo de Mallorca”, hasta la cabeza de Pato Donald que nos trajo nuestro padrino de Disney World, pasando por el plátano de caucho con imán que nos regaló nuestro primer amor después de levantarlo de la calle. Por mucha pena que nos de, debemos deshacernos de tantos recuerdos entrañables, que solo sirven para estimular la cobardía masculina.
Si tu marido está tan harto de ti , no hay que permitirle que se vaya dejando notas escritas. Él nos debe una explicación personal de qué fue lo que pasó. Mientras un hombre nos hable de frente, no está todo perdido. Podremos intentar convencerlo de que se equivoca al querer huir, utilizando alguna de las múltiples argucias de seducción que posee una mujer.
Pero si un hombre no nos habla, y opta por la solución del imán, estamos fritas, y la relación terminará congelada donde quedó.
Tercero : Intenta usar tu magnetismo personal.
Si no logras atraer nuevamente a tu hombre, tal vez de tanto ver sus teléfonos bajo los imanes del refrigerador, acabes atrayendo al dentista, al ginecólogo, al jardinero...¡o al menos a un cono de helado de chocolate, pero de los de verdad!

7 comentarios:

Kap dijo...

Yo no me entiendo a mi mismo... imaginate lo dificil que me entiendan los demás.
¡Un abrazo!

Carasucia dijo...

¿Quién entiende a las mujeres?. Nadie. Posiblemente porque soy (y he sido) hombre de una sola mujer. Por eso no entiendo el plural. Y tampoco hay imanes en las puertas de nuestros frigoríficos (me ha hecho gracia esa expresión de la "heladera" que aquí no utilizamos... y digo frigoríficos porque tenemos 6 en dos lugares diferentes....) y ya son 35 años amándonos juntos.
Y me ha encantado tu atículo y por eso te animo a continuar.

Un coleccionista de tebeos.

tililili dijo...

Yo debo ser la unica que tiene una no-heladera ! No es de metal ! Todos mis imanes (que son muchos) estan en el calefon y en el microondas ! Me encanta tu blog, Ana !

Anónimo dijo...

CORRECCIÓN, en mi casa, el refrigerador no tiene imanes, asi que debe quitar eso de que es inconcebible imaginarse un refrigerador sin adornos de imanes. Los imanes que tenemos están junto a las herramientas.

totis dijo...

TOTAL NO SUPE SI LOS IMANES DAÑAN EL REFIGERADOR O NO, SI TE VAN A ABANDONAR TE PONEN NOTAS DONDE LA PUEDAS VER

Anónimo dijo...

jaja buenisimo artículo, igual de todos modos no supe si hace daño o no pero me divertí mucho leyendo el Blog!!

Unknown dijo...

pensé que era un post interesante y me encuentro con imanes en el refri para dejar notas, pura basura.